El sábado pasado, Gary Smith y su hijo Caleb emprendieron una gran aventura. Ellos tomaron el camino para hacer una visita de evangelización a una iglesia nueva de una aldea vecina.
Y Gary informa que la “caminata extrema” de tres horas y media estuvo llena de pruebas a lo largo del camino.
Mientras avanzaban, el camino los llevó a cruzar muchos lugares que habían sido arrasados por deslizamientos de tierra. Y como un puente había sido destruido por el agua, los caminantes estuvieron espantosamente cerca de ser arrastrados por la corriente mientras cruzaban un río que estaba más hondo de lo normal. Poco después, Gary y Caleb fueron picados por abejas.
Fue una llegada maravillosa a la aldea. Allí fueron recibidos con una gran cena tribal de batatas, espinacas y frijoles, y luego se quedaron hasta tarde hablando de las Escrituras y de lo que Dios tiene para decir en cuanto al discipulado. Durmieron unas pocas horas en un colchón que compartieron con uno de los maestros bíblicos dinangats que había venido con ellos desde la aldea.
A las 5 a.m., Gary y Caleb despertaron con el dulce sonido de “nuestros anfitriones que estaban adorando al Señor en oración” y se unieron a los creyentes de la aldea en un tiempo de adoración.
Lo siguiente en la agenda fue caminar hasta otra aldea. (Gary dice que la exigencia de las caminatas en la montaña le estaba haciendo mella a estas alturas. Él estaba convencido de que podía sentir la pérdida de peso con cada paso que daba).
En esta segunda aldea, los maestros dinangats enseñaron lecciones bíblicas de evangelización con los materiales que presentan la Palabra de Dios en forma cronológica desde la Creación hasta la venida de Cristo. Fue un gozo observar en acción a los maestros bíblicos, y Gary comenta: “Si los hubiera calificado, les habría dado una A”.
Después de la enseñanza, llegó el momento de regresar a casa por el largo y difícil camino. Pero mientras se preparaban para salir, Dios envió un aguacero torrencial, y los aldeanos les rogaron que se quedaran por temor a más deslizamientos de tierra y por la posibilidad de que el río estuviera aún más crecido.
“Estoy muy feliz de que Dios haya obrado en las circunstancias para que nos quedáramos una noche más”, comparte Gary. “Extendimos nuestra visita a la segunda aldea y escuchamos asombrosos testimonios de los creyentes de allí”.
Al día siguiente, Gary, Caleb y sus compañeros dinangats caminaron de regreso hasta la primera aldea. Después de otra buena cena, disfrutaron de un tiempo de cánticos de adoración con un hombre que los acompañó con la guitarra.
“Esa noche, nos quedamos dormidos mientras oíamos que él seguía cantando y orando”, informa Gary.
A las 5 a.m. del siguiente día, disfrutaron de otro concierto de canciones de adoración antes de retomar el camino.
Esta vez, cuando llegaron al río crecido, Gary, Caleb y sus amigos dinangats decidieron hacer un puente improvisado. “Un puente sobre aguas turbulentas, prácticamente lo pasé gateando”, comenta jocosamente Gary.
“Llegamos a un sitio del camino que estaba en muy mal estado, había sido arrasado. Observamos cómo el suelo se deslizaba bajo los pies de nuestro guía mientras éste caminaba pesadamente a través de él. Caleb cruzó bien”, informa Gary, “pero me di cuenta que el temor me estaba invadiendo, me sentía paralizado. Afortunadamente Dios me ayudó y crucé tan rápido como pude”.
Después de cruzar, Gary se volvió para mirar el terreno inestable que acababan de cruzar —justo a tiempo para ver que otro deslizamiento de tierra empezaba a descender por la empinada montaña. Gary elevó su corazón al Dios que los estaba acompañado fielmente en cada paso de este peligroso viaje y le agradeció fervientemente por Su asombrosa protección.
Luego Gary recordó una escena inolvidable de su visita a la segunda aldea. “En medio de la enseñanza de Fundamentos Firmes, desde la Creación hasta Cristo… un hombre empezó a sollozar. La lección era sobre Jonás y el arrepentimiento de la gente de Nínive. …Después de la lección, sentado en su casa, le pregunté por qué había llorado. Él respondió: ‘Me sentí muy conmovido al pensar que ahora que soy un hombre viejo puedo oír esta verdad maravillosa después de haber creído mentiras durante tantos años. Lloré porque si ustedes los misioneros no hubieran venido, aún no habría escuchado; estoy muy agradecido porque ustedes vinieron”.
Gary comparte: “El peso de sus palabras hizo brotar lágrimas de mis ojos. Que Dios estimule los corazones de otros para que se hagan partícipes de la obra del Reino. ¡Es la verdad; cambia vidas! ¡Nosotros lo hemos visto con nuestros propios ojos y corazones!”.
¿Valieron la pena todas las pruebas del camino? ¿Valen la pena los años de sacrificios, los peligros y las adversidades, los riesgos y las decepciones de esta tarea de llevar las buenas nuevas de Jesús a las gentes no alcanzadas?
El corazón de Gary responde con un resonante “¡Sí!”.