Greg y Heidi Greenlaw y su familia siempre están listos para volver a visitar la aldea indígena que una vez fue su hogar; “es una experiencia diferente”, informa Greg, “en parte es un tiempo de avivamiento, de ayuda humanitaria y un tiempo para que la familia acampe”.
Pero esta visita lo fue aún más. Fue un tiempo para renovar la seguridad de la obra continua y fiel de Dios en los creyentes nakuis. Pudimos ver que la iglesia nakui no sólo está creciendo numéricamente sino tomando en serio la Palabra de Dios.
No son los programas de la iglesia los que están atrayendo muchos rostros nuevos a la iglesia, informa Greg. Más bien, es la transformación evidente en las vidas de Kibo, Suse y Sobai, líderes de la iglesia nakui.
“Estos tres hermanos están tratando a sus esposas en una forma muy diferente a como hicieron sus padres”, explica Greg, “y como resultado, tienen familias más felices. Sus vidas les están dando credibilidad y están atrayendo a casi todas las parejas más jóvenes de la aldea para oír lo que ellos tienen para enseñar cada domingo”.
Greg dice que también fue fácil observar una mayor madurez en las interacciones de los creyentes nakuis. Tradicionalmente, comenta él, la tribu se ha dividido en círculos de parentesco. “Piensen en la serie de televisión ‘Hatfields and McCoys’”, observa Greg. Pero en esta visita, hubo ejemplos de personas que, cuando las circunstancias lo exigieron, abandonaron a sus familiares de sangre por sus hermanos y hermanas en Cristo.
Este vínculo creciente de unidad entre los creyentes es el más animante. “El brote está creciendo”, observa Greg, “no sólo está haciéndose más alto, sino más grueso”.
La iglesia nakui está experimentando persecución; no es muy extraño. Uno de los líderes de la aldea se está expresando en contra de los creyentes, y a veces los hostiga los domingos en las mañanas.
“Esto es fantástico”, observa Greg. “Él los hostiga para desanimarlos, pero Dios está usando esto para estimular su identidad como iglesia”.
Para Greg y Heidi, la iglesia nakui se parece mucho a un chico de 18 años que es enviado a la universidad. En años pasados, ellos se preguntaron muchas veces cómo se desenvolverían los atribulados creyentes cuando estuvieran solos.
Y hace tres años, el panorama no era alentador.
“Con unas pocas excepciones, la iglesia nakui era grupo de “calientabancos” poco fiable en el año 2010”, comparte Greg. Así que él se está regocijando al ver que en estos tres años, Dios ha obrado en sus corazones para hacerlos “más genuinos en su fe y más fieles en su servicio”.
Fue un viaje a su antiguo hogar que le produjo a la familia Greenlaw mucho ánimo y gozo.
“Como siempre”, añade Greg, “sólo le damos gracias a Dios”.