“¿Qué tan lejos tuviste que caminar para hacer tu última llamada telefónica?” pregunta Lori Morley. Sin importar qué tan lejos fue, lo más probable es que no tuviste que ascender una montaña durante dos horas y media.
Lori dice que no sólo tuvo que ascender la montaña para hacer la llamada telefónica, sino que el sendero estaba entrelazado con raíces resbalosas que la hacían tropezar a cada rato. “El ejercicio me hizo respirar pesadamente durante todo el trayecto y el sudor bajaba a chorros por mi cara”.
Afortunadamente, dice ella, el aire matutino de la selva remota era refrescante.
Ocasionalmente, su amiga simbarí miraba hacia atrás para ver si Lori estaba bien. O hacía una pausa para permitir que ella recobrara su aliento.
Lori perseveró y llegó a la cima de la montaña —el lugar más cercano en kilómetros a la redonda para recibir una señal para un teléfono celular.
Lori hizo la caminata para hacer contacto con Raymond, un creyente simbarí que está viviendo en una ciudad ubicada a cierta distancia, el propósito de él es enseñar la Palabra de Dios a algunos parientes que viven allí.
Algunas personas de esta etnia caminan todos los sábados hasta el sitio donde se recibe la señal para el celular a fin de hablar con amigos y parientes de otros lugares; es una forma de vida en esta región apartada.
La distancia que tuvo que ascender y el tiempo que empleó hicieron que Lori se sintiera muy agradecida por la conexión de internet de su casa, la cual le permite hablar con amigos y familiares vía Skype.
“No quiero hacer esa caminata con demasiada frecuencia”, agrega ella.
En este mundo que cada vez se hace más pequeño gracias al alcance de la tecnología, resulta increíble pensar que todavía hay lugares apartados donde existen grupos étnicos no alcanzados que están perdidos y muriendo sin la esperanza del Evangelio.
Quizá como Lori, Dios ha planeado que tú te aventures a un lugar distante. Quizá seas el único para alcanzar una tribu que necesita oír urgentemente las buenas nuevas de Cristo.