La mañana del domingo es uno de mis tiempos favoritos de la semana.
Sin embargo, en muchas mañanas dominicales parece que estoy al borde de las lágrimas.
Tal vez sea porque me recuerda nuestra iglesia local de Australia, la cual, a pesar de la diferencia de tiempo, está reunida en ese mismo momento; quizá es que añoro a mi familia.
Mi corazón siente la realidad del Cuerpo de Cristo, reuniéndose en todo el mundo en diferentes ambientes, pero sin dejar de ser uno en Él.
Nosotros nos reunimos aquí con los creyentes banwaones sobre un piso de listones de palma, apretujados durante horas y rodeados de densas selvas.
Oigo cómo se elevan las voces de los banwaones en alabanza mientras cantamos juntos, nuestros corazones unidos ante el Padre.
Escucho con asombro mientras hombres piadosos de este grupo étnico ejercitan su don espiritual de la enseñanza –sacando a la luz ricas verdades de la Palabra, exhortando a su propia gente. Me maravilla y me complace la profundidad de su entendimiento y su capacidad para explicar.
La otra semana, Bertu terminó la enseñanza con una gran sonrisa, y dijo: “Bien, ha sido bueno reunirnos y recargar nuestras ‘baterías’ con la Palabra de Dios, para que podamos salir a enfrentar la semana”.
Las frustraciones y ocupaciones de la semana anterior se desvanecen y se renueva la perspectiva –“¡Sí! Por eso estamos aquí. En el fondo de todo, ésa es la razón”.
Donde una vez hubo tinieblas, ahora hay luz. Donde hubo temor, ahora hay paz. Donde hubo muerte… vida.
Y Dios es honrado como Él justamente merece.
Por eso se me humedecen los ojos.
Considero el foco de Luz en este rinconcito del mundo –me imagino a Dios observándolo con placer, estando Él mismo aquí.
Pienso en el foco de Luz donde está reunida la iglesia local de nuestro país –rodeada de tinieblas, quizá tan profundas como la adoración a los espíritus y a los antepasados de las cuales están atestadas las montañas de las Filipinas.
Pienso en los focos de Luz en otras zonas indígenas, donde las tinieblas han sido penetradas y hay creyentes.
Y repentinamente me llega una imagen del mundo con pequeños focos de Luz surgiendo en todas partes –como lo que uno ve a veces en la tele mientras se muestra la imagen de un satélite y aparece primero una pequeña luz y luego otra, y otra, y luego docenas, y centenares… hasta que hay un hermoso fulgor en toda la tierra.
¿Tinieblas? Sí, aún hay muchas, y a veces es fácil desanimarse.
¡Pero Dios está obrando! ¡Él tiene Sus focos de Luz en todo el mundo, y están aumentando!
“…Yo…edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.
La semana pasada escuchamos de otro grupo étnico más que oyó el Evangelio por primera vez, y ahora hay creyentes allí también. Y hay otro, también en las Filipinas, donde la enseñanza de la Palabra de Dios acaba de comenzar. Además, hay una joven familia misionera que acaba de terminar el estudio del idioma nacional y está lista para localizar un grupo étnico no alcanzado e irse a vivir con ellos.
Dios está obrando. Pero la cosecha es abundante y los obreros son pocos. Quizá Él te esté llamando a ti para ayudar a iluminar las tinieblas.