La temporada de lluvias ya ha cesado en la aldea nahuatl. Una vez más el agua se convierte en un bien precioso.
Hace unas semanas, la misionera Katie Moore estaba llenando un balde con el agua del tanque de almacenamiento que capta el agua lluvia de su techo.
Mientras esperaba a que se llenara, el indígena que ayuda a Katie con el idioma vino a estudiar. Ellos platicaron mientras esperaban a que se llenara el recipiente.
Una cosa llevó a otra y decidieron entrar a la casa y hacer unas grabaciones; después de la sesión, Katie salió y se dio un baño.
Luego se fue de prisa a la casa de su coobrera porque había sido invitada a cenar. Después de cenar y disfrutar del compañerismo, tuvieron un tiempo de oración.
Y luego, informa Katie, abruptamente se acordó –¡la manguera!
Katie corrió a su casa y con su linterna lo confirmó —el tanque de agua estaba vacío. “Había derramado 300 galones de preciosa agua lluvia sobre la tierra seca”, se lamentó Katie.
“Aunque mis compañeros de equipo tuvieron mucha gracia conmigo, ofreciéndose a ayudarme a conseguir más agua para volver a llenar el tanque, yo estaba enojada”, comenta Katie; en verdad, dice ella, estaba “desmedidamente enojada”.
Ella se paró cerca del tanque en la oscuridad y lloró. Y oró de esta manera: “Así es como me siento yo, Señor —vacía”.
Cuando Katie se acostó en su catre en la oscuridad, recordó una experiencia similar de su niñez. Una vez puso una manguera dentro de una lavadora para que se llenara más rápido, y cuando fue a charlar con una amiga, se distrajo y olvidó la manguera. Cuando volvió, había un torrente de agua corriendo por la colina abajo desde su casa.
“¿Cómo reaccioné en ese entonces?” pregunta Katie. “Solamente estaba agradecida de que el agua hubiera salido por la puerta y no hubiera inundado la casa”.
Katie consideró sus reacciones en los dos incidentes con mangueras y de repente comprendió —la diferencia tenía que ver enteramente con la fuente de agua. La manguera de su infancia estaba conectada a un río —una fuente ilimitada. La manguera que bajaba de su techo en la aldea estaba conectada a un tanque de almacenamiento, una fuente con una reserva que mengua.
Una aplicación más profunda comenzó a aflorar en el corazón de Katie. Se dio cuenta que su actitud hacia el aprovisionamiento de agua ilustraba algunas actitudes suyas hacia la gente de la aldea donde ella ministra.
“Hasta aquí llega mi paciencia, y eso es todo. La próxima persona que venga a mí, se va a encontrar con mi verdadero yo —el yo irritable, cansado y real. Yo sólo puedo ser generosa una vez más en el día de hoy, luego no tendré más para dar; estoy a punto de quedarme sin alientos”, explica Katie.
Pensando en esto, consideró la ilimitada paciencia y generosidad de Dios y el Espíritu de Dios habló a su corazón: “Tus recursos serán limitados cada vez que la fuerza provenga de ti”.
Katie comparte que cuando ella recuerda que está unida a Él, puede hacer uso de Sus recursos ilimitados. “Cuando recordamos eso, no somos mezquinos con otros porque sabemos que lo que demos nunca se agotará. Abrimos la manguera y la dejamos correr, con gozo, sobre la tierra seca y cansada donde no hay agua”.
Y hay un motivo más de regocijo, comparte Katie.
Desde entonces, ha llovido; y el tanque de almacenamiento del techo ahora está lleno.