El misionero Bill Morlang decidió hacer un viaje en motocicleta hace unas semanas.
El bote que los misioneros de NTM usaban para visitar diferentes grupos étnicos, con el fin de establecer si necesitaban un equipo de plantación de iglesias, requería de unas reparaciones. Bill tenía que descubrir cuál era el problema del bote y determinar cómo repararlo, también debía tomar fotos y medidas para analizar qué se necesitaba para hacer el trabajo.
La esposa de Bill, Jen, informa que el bote fue guardado a unos 160 km del centro misionero de Nuevas Tribus. Si llevaban un vehículo, significaría que el viaje costaría más de $250 dólares. Entonces a Bill se le ocurrió una gran alternativa; podían hacer el viaje en motocicleta por $25 dólares.
Jen sospecha que, además del costo, Bill estaba “buscando una excusa para hacer un viaje en motocicleta”.
Jen dice que Bill y su hijo, Jake, invitaron a sus amigos Layne Campbell y Chad Earl a ir con ellos y que la distancia que viajaron no fue de 160 kilómetros de autopista parejos y fáciles. La superficie de la carretera era en parte asfalto y en parte tierra, “pero mayormente baches”. La meta era salir temprano, tomar el tiempo para evaluar el estado del bote y estar en casa de nuevo al anochecer.
“Ellos tomaron descansos en mercados que había al borde de la carretera”, comenta Jen. “La gente a lo largo del camino era muy amigable y le encantaba ver las motocicletas. Ellos sólo llevaron agua y galletas con sabor a pollo, pero la gente a lo largo del recorrido los alimentó bien”. Jen dice que sus morrales al poco tiempo estaban abultados con frutas.
Ellos calculaban que el viaje iba a tomar unas tres horas en cada sentido. Jen dice que se demoraron un poco más porque “pararon a lo largo del camino para disfrutar del trato con la gente y de la asombrosa creación de Dios”.
Bill y Jake y sus amigos averiguaron los problemas del bote y lo que se necesitaría para repararlo. En buen romance sería: “La parte posterior del bote, donde se asienta el motor, se está rompiendo”; y pronto será reparada.
Pero al mismo tiempo, Jen dice que este viaje significó mucho más que sólo una inspección mecánica de un bote averiado. Hubo un paisaje increíble y la comunión con los misioneros amigos. Hubo una rica interacción con muchos indígenas a lo largo del recorrido y fuimos objetos de su amistad y generosidad.
Y Jen dice que en este viaje sucedió también algo muy apreciado para ellos. “Este viaje para examinar el bote fue un tiempo maravilloso para exponer a nuestro hijo al ministerio y a la recreación”, comparte ella; “¿quién dice que el ministerio no puede ser divertido?”. Ella ve este viaje de ida y vuelta de 320 km en motocicleta como un gran evento memorable de padre e hijo que Bill y Jake siempre tendrán. Jen agrega: “Estos momentos son invaluables. ¡Nos encanta servir a Dios aquí!”.