Imaginen que ustedes están viviendo en una aldea pequeña y apartada. En efecto, es tan distante que las instalaciones médicas más cercanas están a ocho horas a pie o en bote. Y ustedes están ayudando a una mujer que está dando a luz y tiene complicaciones y no hay nada más que puedan hacer por ella.
Un amigo de ustedes tiene un helicóptero y puede ir allí para evacuar a la mujer en menos de treinta minutos. El servicio del helicóptero les costará $220 dólares y ustedes saben que los aldeanos no pueden pagarlo. Por supuesto, vale la pena salvar las vidas de la madre y el bebé.
El único problema es que esta sería la tercera vez en un mes que ustedes llaman al helicóptero por una mujer que está dando a luz. Es algo que se está volviendo muy costoso. ¿Por lo menos tienen ustedes el dinero? ¿Están ustedes estableciendo un precedente insostenible en la aldea? Ciertamente ustedes no están pensando en llamar al helicóptero cada vez que una mujer vaya a dar a luz, pero la gente de la aldea podría empezar a pensar de esa manera.
Ustedes quisieran tener tiempo para pensar esto muy bien, pero no hay tiempo, cada minuto que pasa aumenta el riesgo para la madre y el bebé. Éstas son decisiones reales que los misioneros tribales a quienes nosotros servimos tienen que tomar a diario.
Justamente en esta semana, respondimos a la solicitud de uno de nuestros misioneros de una aldea remota quien pedía que evacuáramos a una madre que estaba dando a luz; era otra madre más con complicaciones en su parto. Los misioneros lucharon un poco para decidir si debían o no debían llamar, pero no perdieron el tiempo y rápidamente decidieron pedir el vuelo.
La madre había roto fuente el día anterior, el bebé aún estaba alto, y no había señal de que fuera a nacer pronto. Hicimos los arreglos para que una ambulancia fuera al aeropuerto a esperar el helicóptero, como habíamos hecho anteriormente con grandes resultados.
Sin embargo, en esta ocasión la ambulancia no estaba allí. Yo llamé a mi esposa, Katherine, quien había estado siguiendo el vuelo, para que viniera al aeropuerto y llevara a la mujer y a su esposo al hospital. Katherine los esperó, los transportó y pasó casi todo el día en el hospital.
Fue una situación tensa; cuando llegaron al hospital no podían oír los latidos del corazón del bebé. Terminaron haciendo una cesárea y, para sorpresa de todos, el bebé estaba vivo. Cuando nació, el bebé tenía problemas para respirar, pero fue reanimado. El niño permaneció en NICU [Unidad de Cuidados Intensivos para Neonatos] para ser tratado por una posible infección.
Esto es lo que Katherine escribió acerca de la situación:
Todos se sentían aliviados. Yo estaba dando gracias al Señor. Un día después, me senté y hablé con la madre. Ella no paraba de decir que Brian era su héroe, que ella pensaba que iba a morir hasta que se enteró que el helicóptero iba a venir a llevarla a un hospital. Me sentí muy bendecida por su gratitud, pero yo sabía que había sido Dios quien había permitido que ella y su hijo vivieran.
Sentí un gozo súbito porque yo sabía que este era un gran momento para decirle a ella que Dios la amaba y que había sido ÉL quien la había rescatado a ella y había permitido que su hijo viviera; sentí un gran placer de decirle esto. Durante este momento de vulnerabilidad, oré en silencio para que su mente empezará a cambiar y tener pensamientos del Dios que la ama, y para que su corazón sintiera sed de oír más.
Los misioneros tuvieron que tomar una decisión difícil. Pedir un vuelo no siempre es la decisión correcta. Sin embargo, parece que esta vez fue correcta.
El Señor les dio sabiduría en esa decisión y misericordiosamente rescató a esta madre y su bebé. Al final, parece que Dios usó el evento entero para mostrar Su amor a esta mujer y su familia.