Cuando Darsi murió durante el alumbramiento y dejó a su esposo con un recién nacido y sus otros hijos, la comunidad de cristianos yembiyembis se unió para ayudar.
Su esposo, un hermano egresado del programa de capacitación de diáconos, la amaba mucho y está profundamente entristecido. Algunos diáconos aprendices se reunieron para ver cómo podían ayudar.
“Convocamos esta reunión porque uno de los miembros de nuestro cuerpo está sufriendo, y debemos ayudarlo con buen entendimiento”, dijo uno de los hombres del programa de capacitación. “Él va a ser bombardeado con pensamientos necios y satánicos de otras personas”.
Luego una de las damas se paró y le testificó al acongojado viudo con respecto a la muerte de su propio esposo: “Yo sentí como si me hubieran arrancado el corazón de mi estómago”, le dijo ella. “Despierto todos los días pensando que voy a hablar con él, pero no, él ya no está aquí. Yo sé que lo voy a ver más tarde, pero eso no cambia el hecho de que es algo doloroso”.
Luego ella lo miró atentamente a los ojos y continuó su testimonio. Ella le recordó que el tiempo atenuaría el dolor y que él tenía bendiciones por las cuales debía dar gracias a Dios. “Va a ser muy doloroso, pero usted debe agradecer a Dios por la bendición que le ha dejado, su bebé. El plan de Dios es perfecto. …Regrese a la Palabra y póngase a trabajar para Dios por la cantidad de días que Él le conceda vivir, porque la vida es corta”.
Él ha respondido al aliento que le dan sus compañeros creyentes y no ha observado los ritos de limpieza de los espíritus y, aunque es prohibido por la cultura yembiyembi, valientemente ha ido a la selva a buscar comida para su familia.
Oremos para que el esposo de Darsi continúe creciendo en el Señor y sea fortalecido espiritualmente, a pesar de su dolor. Oremos también para que los creyentes continúen ministrando a este hermano en la fe.
Su esposo, un hermano egresado del programa de capacitación de diáconos, la amaba mucho y está profundamente entristecido. Algunos diáconos aprendices se reunieron para ver cómo podían ayudar.
“Convocamos esta reunión porque uno de los miembros de nuestro cuerpo está sufriendo, y debemos ayudarlo con buen entendimiento”, dijo uno de los hombres del programa de capacitación. “Él va a ser bombardeado con pensamientos necios y satánicos de otras personas”.
Luego una de las damas se paró y le testificó al acongojado viudo con respecto a la muerte de su propio esposo: “Yo sentí como si me hubieran arrancado el corazón de mi estómago”, le dijo ella. “Despierto todos los días pensando que voy a hablar con él, pero no, él ya no está aquí. Yo sé que lo voy a ver más tarde, pero eso no cambia el hecho de que es algo doloroso”.
Luego ella lo miró atentamente a los ojos y continuó su testimonio. Ella le recordó que el tiempo atenuaría el dolor y que él tenía bendiciones por las cuales debía dar gracias a Dios. “Va a ser muy doloroso, pero usted debe agradecer a Dios por la bendición que le ha dejado, su bebé. El plan de Dios es perfecto. …Regrese a la Palabra y póngase a trabajar para Dios por la cantidad de días que Él le conceda vivir, porque la vida es corta”.
Él ha respondido al aliento que le dan sus compañeros creyentes y no ha observado los ritos de limpieza de los espíritus y, aunque es prohibido por la cultura yembiyembi, valientemente ha ido a la selva a buscar comida para su familia.
Oremos para que el esposo de Darsi continúe creciendo en el Señor y sea fortalecido espiritualmente, a pesar de su dolor. Oremos también para que los creyentes continúen ministrando a este hermano en la fe.