La casa de 26 años ha sido el hogar de muchos misioneros a través de los años en una aldea de la etnia siawi de Papúa Nueva Guinea.
La mayoría de las casas siawis duran solamente de tres a cuatro años y por eso esta casa se convirtió en un hito. Cuando se tomó la decisión de demolerla, los siawis comenzaron a planear cómo podrían usar cada pedazo de madera.
“No se desperdició nada. Los clavos fueron rescatados y enderezados, las tablas fueron cuidadosamente separadas de los postes de las selva que habían sido comidos por los comejenes, y las piezas de madera contrachapada fueron guardadas como un tesoro especial”, informó la misionera Linda Krieg. “Aun la tina fue vista como algo útil, siendo que es gente que no tiene cañería en las casas, qué gran ingenio. Y es que esta virtud abunda entre los siawis, ellos saben cómo sacar provecho de las cosas”.
Aunque la demolición de la casa benefició materialmente a los siawis, la verdadera recompensa es que la casa ya no se necesita. Los creyentes siawis están aprendiendo a funcionar solos, y dentro de poco tiempo la presencia de los misioneros ya no será necesaria.
La última familia que estaba ministrando entre los siawis salió a comienzos de este año, y Linda se va a quedar en la aldea hasta que termine de traducir las Escrituras al idioma siawi. Ella y el equipo de traducción integrado por siawis están traduciendo actualmente el evangelio de Juan. Pronto, ella y dos hombres del equipo de traducción harán un chequeo de comprensión final a la epístola de 2 Corintios con la ayuda de un misionero experimentado y especializado en traducción. Éste será el último paso antes de imprimir el libro.
Oremos por los líderes de la iglesia siawi, para que crezcan en su conocimiento del Señor y para que dirijan con compasión y equidad. Oremos por Linda y el equipo de traducción mientras continúan traduciendo la Palabra de Dios.