Cada uno de nosotros agarraba con nuestras manos un pez que se sacudía. Allí, a tres metros bajo la superficie del destellante y claro río verde, quebrábamos el cuello de los pescados y nadábamos hasta depositarlos en el piso de nuestra canoa. Después de absorber aire fresco, nos sumergíamos de nuevo hasta donde nuestra red estaba extendida sobre una enorme roca. Al vernos, los peces salían velozmente de debajo de la roca. Los grandes quedaban atrapados en la red por sus branquias. ¡Otro pescado, otra bocanada de aire! Repetíamos la pesca hasta que la red quedaba vacía. El jefe de la aldea y yo pescamos más de ochenta ese día. ¡Fue un viaje de pesca divertido!
Varias semanas después, toda la gente de la aldea fue a pescar en el mismo río y atrapamos muchos, muchos más.
Un muchacho de la etnia da’an pescando con red desde su canoa en otro río. Foto por Ken West
En esta ocasión los aldeanos lavaban un tipo particular de corteza de árbol en el agua. Golpeaban con palos la corteza sobre rocas y la enjuagaban en el río. El agua verde claro se volvía de color blanco lechoso al mezclarse con la savia. Aguas abajo, los peces más pequeños flotaban panza arriba en la superficie; los de tamaño mediano nadaban lentamente. Las mujeres y los niños los sacaban con redes de mano y cestas. Los hombres nadaban en el agua y alanceaban a los más grandes o los arrastraban hasta la orilla con redes más grandes. (Muchos de los peces terminaban en sacrificios de comida ofrecida a los espíritus de los huertos).
Íbamos a donde estaban los peces. En todos mis viajes todavía no he atrapado peces en un sendero de montaña seco. Para pescar, uno debe ir a donde están los peces. También es de ayuda salir a pescar con alguien que sepa dónde viven los peces y cómo atraparlos.
No todo el mundo atrapa peces de la misma manera.
Cerca del lago de Genesaret, los pescadores estaban lavando sus redes cuando Jesús usó la barca de Simón para hablar la Palabra de Dios a la multitud que estaba en la orilla.
Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; mas en tu palabra echaré la red” Lucas 5:4-5.
Los pescadores reticentes llenaron sus redes, llamaron otra barca y ambas se llenaron tanto que casi se hundían.
En otra ocasión, siete de los discípulos estaban juntos.
Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada. Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no sabían que era Jesús. Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No. El les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Juan 21:3-6.
¿No hubiera sido maravilloso estar en la barca cuando Jesús les dijo a Sus discípulos que echaran la red en el otro lado? Ellos lo escucharon, le creyeron y recibieron los beneficios de la obediencia.
Creo que uno de los puntos que Jesús quería enseñar es que Dios llena las redes. Podríamos ir a donde hay peces, pero sólo Dios llena las redes.
Jesús sabe la alegría que causa atrapar peces y usó la pesca para ilustrar lo que Él tenía en mente para Sus discípulos. Él les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19).
Él nos ha invitado a participar en la pesca.
Ahí está nuestro ministerio. Estamos llamando otras barcas.
La necesidad es grande. Es una gran motivación. Un miembro de una tribu amenazó con cortarse un dedo de la mano como señal de su dolor por no tener a nadie para hablarle de Dios. Con 100 grupos étnicos pidiendo misioneros que vayan a hablarles de Dios, necesitamos obreros. Necesitamos pescadores de hombres; necesitamos personas que declaren la gloria de Dios a gente que aparentemente está deseosa de escuchar. También necesitamos gente para declarar Su gran gloria a personas que no tienen idea de la grandeza de Dios. Necesitamos personas que perseveren durante un largo tiempo en la maratón del trabajo misionero de plantar iglesias autóctonas, autónomas, que creen la Biblia y que se reproducen entre grupos étnicos remotos. Sin embargo, la necesidad no sostiene a un misionero en esta labor, ni el deseo de acumular tesoros en el cielo.
La mayor motivación es la conciencia de la grandeza de la gloria de Dios. Él es tan maravillosamente bueno en todos los sentidos que esto nos motiva a compartir las riquezas maravillosas de Su gloria, y a proclamar en todas partes que Él es digno de nuestra adoración. Todo tiene que ver con Él.
Como creyentes en Cristo, hemos recibido el honor de ser Sus embajadores, llevando el mensaje de reconciliación en el ministerio de llevar personas a Dios. Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.
Una gran parte de nuestro ministerio actual consiste en invitar personas a que se unan a la pesca; estamos pescando pescadores de hombres.
Así como Jesús fue al agua para hallar a Sus Pescadores, nosotros estamos yendo a eventos de aviación, universidades, escuelas e iglesias para encontrar ayuda.
Un hijo de misioneros que fue criado en Sudamérica, me mostró una vez cómo atrapar peces con las manos. Se metía en el agua hasta la altura de sus muslos y golpeaba ligeramente el agua con su pierna hasta que los peces llegaban a investigar. Si él podía ver los peces, si era lo suficientemente rápido, si el pez estaba desprevenido, entonces podía mover sus manos lentamente bajo el pez y de repente lanzarlo fuera del agua, a la orilla.
Aquí en Occidente parece que normalmente usamos cañas y carretes. Lanzamos un señuelo brillante de fantasía con la esperanza de que algunos peces lo vean como atractivo y lo persigan. Algunas veces esto es eficaz, pero en muchas ocasiones no lo es. ¿Deberíamos conseguir un mejor señuelo?
¡Tenemos que ir a pescar! Tenemos que invitar a otras personas para que vayan a pescar con nosotros a fin de recibir una captura más grande e involucrarlos con las bendiciones. La fe viene por oír la Palabra de Dios, la cual es compartida por mensajeros que son enviados. Esto es cierto no sólo de la fe para salvación, sino para la fe de aquellos que serán pescadores de hombres. ¡Llevar la gente a ver la luz del conocimiento de la gloria de Dios es mucho más emocionante que atrapar peces! ¡Los resultados son mucho más duraderos!
Aunque nosotros podamos estar donde hay peces, es Dios quien guía a los peces a donde podamos traerlos; algunos están a la espera de ser traídos.
Tiene que ver enteramente con la gloria de Dios, no la gloria de los pescadores. Quizá por eso nos dijo esto:
“…La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies” Lucas 10:2.
¿Tomarías un momento para orar por nosotros? Necesitamos la sabiduría, los medios y las puertas abiertas para ir a donde están los obreros y traerlos a la gloriosa cosecha. ¿Tomarías un momento ahora mismo para orar con nosotros por obreros? ¿Le pedirías a Dios que llene nuestras redes? ¡Gracias!