5 de agosto, 2020
Charles Dickens escribió una novela clásica titulada: Historia de dos ciudades. Nosotros tenemos una historia de tres ciudades (bueno, más exactamente aldeas selváticas) que nos recuerda que Dios no tiene límites en Su obrar, incluso durante este año de pandemia.
Nuestra familia vivió y trabajó en la etnia kuna de Panamá desde 1985 hasta el año 2004; esa fue la base de nuestro actual ministerio de alfabetización. La semana pasada recibimos una llamada telefónica desde Panamá y nos dieron un informe sobre la expansión y el crecimiento de las iglesias kuna; es una historia de tres ciudades.
Después de la presentación del Evangelio en la aldea donde trabajábamos, y cuando la iglesia estaba creciendo, los creyentes y los miembros de nuestro equipo viajaron río arriba hasta las siguientes dos aldeas para pedir el permiso de ubicar misioneros kuna capacitados en esas aldeas; los jefes rechazaron el Evangelio en esa ocasión. Durante años los creyentes siguieron contactando a la gente y fomentando amistades, orando para que Dios abriera puertas. Diez años más tarde (mucho después de que tuviéramos que salir de la aldea) la primera aldea río arriba pidió que fueran enviados maestros de alfabetización kuna a su comunidad.
Los maestros de alfabetización y sus familias gustosamente se trasladaron a la aldea y comenzaron las clases; ¡ellos también eran firmes creyentes en Cristo! Cuando la gente aprendió a leer, se dio permiso de enseñar el Libro de Dios, y así nació una segunda iglesia. En la llamada telefónica reciente se informó que esta iglesia ahora es más grande que la primera iglesia, y tiene su propio liderazgo local. ¡Los misioneros kuna, Anelio & Silverixia, serán enviados de vuelta a su aldea porque la iglesia está firme!
¡Y hay más! La tercera aldea que estaba tan opuesta ahora tiene dos creyentes nuevos que han sido usados por Dios para abrir las puertas de esa aldea. Los jefes de la aldea pidieron que nuestro querido amigo Edelfonso, un líder de la primera iglesia, vaya a su aldea y comience a enseñar la Palabra de Dios. La aldea ya construyó una choza con la expectación de oír “el Hablar de Dios”.
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