17 de septiembre, 2019
El final de la temporada de lluvias es el tiempo en que me siento más agotada en este ministerio. Los días son largos, literal y figuradamente, a veces con visitantes en la casa hasta después de las 7. Luego siguen los ejercicios que hay que hacer, preparar la cena, lavar los platos –todo eso seguido de caer en la cama con el fin de prepararse para volver a hacer todo al día siguiente.
Agrega al típico ajetreo de la temporada de lluvias el hecho de que Rachel y yo nos estamos preparando para partir y tomar una licencia, lo cual parece elevar todo un nivel en esta escala de locura. Acabamos de comprar una gran colección de cuentas para uno de nuestros proyectos de evangelización (lee más al respecto aquí) y todavía estamos ocupadas con los detalles de eso. Estamos empacando las cosas de la casa para que nuestros nuevos compañeros de trabajo puedan quedarse aquí mientras terminan de construir su casa. Me estoy preparando para un taller de alfabetización de un mes, justo antes de viajar a Estados Unidos. El comienzo del año escolar significa la necesidad de todo tipo de fotocopias, y tenemos la única fotocopiadora en la ciudad.
Por lo general no manejo bien este tipo de locura; estoy segura de que todavía no estoy tan organizada como debería. Pero a pesar de eso, durante las últimas semanas he seguido viendo destellos de lo bueno que es nuestro Padre. Una de las damas creyentes de aquí oró pidiendo que otra tienda comprara los productos que ellas hacen con cuentas: ese mismo día alguien me escribió haciéndome un pedido, lo cual añade detalles adicionales que debemos manejar; Él es bueno.
El agua, que a veces no llega hasta nuestra casa durante unos seis meses seguidos, ha estado llegando todos los días; sin acarreos, sin recortes, y así cada trabajo de limpieza tiene un paso menos de dificultad.
Nuestras visas, que habían estado estancadas varios meses en alguna oficina, han resurgido, el proceso ha terminado y están listas para ser recogidas antes de irnos a Estados Unidos para tomar la licencia.
Yo había reservado un mes adicional de tiempo con el fin de terminar el curso de alfabetización que estoy dictando, previendo que las mujeres faltarían a menudo en este mes, como lo hicieron el año pasado en este tiempo debido al inicio de las responsabilidades escolares. Pero Dios nos dio gracia con algunos de los maestros (de la escuela), quienes las excusaron para que pudieran terminar sus estudios en mi casa y organizaron los días de trabajo de las mujeres para que pudieran llegar a clase a tiempo. En verdad es un milagro.
Ese ciertamente no es el panorama completo –hay muchos más ejemplos. Pero una y otra vez me doy cuenta de lo mucho que somos cuidados, protegidos, apreciados, [y] obsequiados solo por el gran amor que Él nos tiene. Dios quiera que mi sentido de gratitud y mi obediencia estén en consonancia con su gran amor y la realidad de que Él es bueno.
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