9 de julio, 2019
Empacamos todas nuestras cosas en la casa de mis padres, en la que fue una semana agotadora, estresante y un poco angustiosa. Verán, es que Dios nos pidió que diéramos un gran paso de fe –un paso de fe aterrador e ilógico.
Entonces este es el paso de fe; hemos estado buscando personas e iglesias que apoyen nuestro ministerio y ha sido un proceso lento. El campo de México iba a realizar su conferencia de misiones en la última semana de mayo (la realizan cada dos años), y nosotros teníamos interés de ir, pero cuando preguntamos al respecto, no había espacio disponible. Entonces un día un amigo del liderazgo del campo llamó a mi esposo y dijo: ‘Se abrió un espacio, pero tienen que responder ya si desean ir’. Yo no estaba allí, pero mi esposo dijo: está bien, iremos. Este amigo realmente nos desafió al decir: “Esto es lo que deben hacer: tú y Amy siéntense y fijen una fecha; encomiéndenla al Señor, y luego encamínense hacia esa fecha. No se preocupen por los porcentajes [de ingresos económicos que recomienda la misión para poder iniciar un ministerio], empiecen a hacer planes como si fueran a ir. Cada vez que se sientan nerviosos por sus porcentajes, decidan como pareja que no van a dejar que el miedo los disuada de hacer aquello en lo que han puesto su mirada, y sigan adelante; oren por eso otra vez y no se detengan. La gente dirá: Héctor, ¿cuál es tu plan si no reciben el dinero? Y tú responderás: No sé; la fe no hace un plan b. Y entonces, cuando ya estén aquí (dentro de poco más de un mes), celebraremos juntos lo que el Señor hizo”.
Amigos, qué mes ha sido este. Comenzamos el mes con un 53% del apoyo económico recomendado. ¡Oramos muchísimo! Tratamos de organizar algunas reuniones, y conseguimos un par más, pero eso estaba lejos de lo que considerábamos necesario; así que adelantémonos al 10 del mes o algo así. Nuestro apoyo económico ascendía aproximadamente al 63%, necesitábamos $740 dólares al mes para alcanzar el necesario 75% para poder permanecer en México. Nos habíamos despedido de mis padres y mi hermana, y su familia, ya que todos iban a viajar a Michigan, y comenzamos a orar y empacar intensamente. ¿Alguna vez has tratado de empacar todo (en la casa de alguien más, con todas las cosas de ellos allí, y tus cosas (después de estar allí por más de cinco meses) con hijos de 1.3 y 5 años de edad, al mismo tiempo que tratas de visitar personas a última hora, y de mantener a todos vivos, más o menos contentos, la casa un poco limpia, etc.? Y además de todo eso, el estrés de si debíamos o no debíamos tomar el tráiler, si Dios realmente iba o no iba a proveer, si podríamos o no podríamos quedarnos en México después de la conferencia, si podríamos tomar en arriendo la casa que unos amigos tenían disponible (ellos necesitaban saber en un par de días, antes de regresar a Tanzania), sabiendo que al mismo tiempo teníamos muchos deseos de respetar lo que el liderazgo de nuestra misión dice, y no hacer ningún plan a largo plazo hasta que tuviéramos luz verde (alcanzar el 75%), pero sintiendo que Dios estaba guiándonos por este camino? ¡Es difícil! Hubo mucha oración, muchas lágrimas, más oración y más lágrimas. Nuestras fuerzas y nuestra fe fueron probadas, pero a lo largo de todo el camino, cuando tomábamos un momento para dejar de mirar todo eso, y ver quién es nuestro Dios, ¡venía la paz! Sentíamos Su mano en la nuestra y oíamos la suave voz que nos decía: “den un paso conmigo, confíen en mí, yo sé lo que estoy haciendo”.
Dios puso a muchas personas a nuestro lado que nos ayudaron a volver nuestros ojos a Dios (realmente fue un milagro en sí mismo porque más de una persona, sin saberlo, nos habló del mismo tema). Nos hablaron de Noé, quien construyó un arca antes de que hubiese llovido; y de los hijos de Israel; y de cómo los sacerdotes tuvieron que cargar el arca del pacto y meterse en el agua antes de que el mar Rojo se dividiera. Hicimos nuestras maletas y levantamos nuestra arca y dimos el primer paso en el agua, de nuestra travesía. Luego tuvimos tres días de reuniones previstas en otra ciudad, a dos horas de distancia (una ciudad que habíamos visitado antes, en la que habíamos desarrollado algunas amistades y recibido apoyo en oración). Qué bendición quedarnos con unas personas increíblemente dulces, cuya hospitalidad en su hermosa casa y sus alentadoras palabras refrescaron nuestra alma, y realmente creo que nos ayudaron a preparar para lo que se avecinaba. Cuando nos fuimos, nuestro apoyo estaba en un 67%, y necesitábamos unos $500 dólares más para alcanzar el 75%. Metimos ambos pies en el agua y observamos mientras el Señor obraba poderosamente.
En el camino, durante todo el día, orábamos, y una vez más, tomados de Su mano, abandonamos nuestra zona de confort, y hablamos con las personas que habían expresado interés de apoyarnos, y les preguntamos si podíamos tener el atrevimiento de preguntarles con cuánto estaban pensando apoyarnos. Para nosotros esto fue muy incómodo, pero Dios tiene un Cuerpo para que haga Su trabajo, y vaya que comenzamos a verlo funcionar ayer. Desde una dulce familia hasta una pareja que tomó al azar nuestra tarjeta de oración cuando visitó la capacitación, hasta anfitriones maravillosos, hasta personas que organizaron reuniones para que habláramos de nuestro trabajo, estas personas fueron más allá de sí mismas y decidieron confiar en Dios en nuevas maneras para proveer para ellos, a fin de que pudieran ser parte de la labor de alcanzar a las personas de México, a través de su apoyo económico para nuestro ministerio. ¡Qué experiencia increíble, que eclipsa el alma y es “para la gloria de Dios!” Al final del día estábamos en 71.7%, y sólo necesitábamos $204 dólares más para el 75%. ¡Sabemos que podemos confiar en Dios para seguir trabajando! Que él seguirá sosteniendo nuestra mano y guiándonos paso a paso. Incluso para llevarnos al 100% del apoyo recomendado; para eso necesitamos $1.762 más, nuestro Dios es muy grande y puede hacer esto, ¿no es increíble que él nos permita ser parte de su obra? ¿Que se preocupe lo suficiente como para tomarse el tiempo para edificarnos poco a poco, y para estimular nuestra fe, y para darnos fuerza para no desmayar cuando sentimos que no podemos continuar? ¡Cuán grande es nuestro Dios!
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