22 de junio, 2019
Hace poco tuve la oportunidad de hacer algo que había querido hacer durante mucho tiempo, en realidad durante más de cuatro años. Una de nuestras obras tribales aquí en México es entre un dialecto de la etnia nahuatl y recientemente recibieron una nueva familia en el equipo, la familia Husband. Esto es muy emocionante, por supuesto, y significaba que los Husband necesitarían una casa construida en la aldea. Me invitaron a ser una de los cocineros para uno de los grupos de construcción que viajarían a la aldea para construir la casa para la familia Husband. Por supuesto, acepté porque ir a visitar la obra nahuatl es lo que había querido hacer desde hacía mucho tiempo. ¡Estaba encantada de poder hacer una pequeña contribución!
Este informe va a ser largo y con muchas fotos, pero les prometo que solo estoy dando la versión abreviada.
Mi viaje comenzó con un viaje en autobús que duró toda la noche desde donde vivimos hasta la ciudad costera más cercana a la tribu a donde iba. Mis anfitriones misioneros me recogieron en la estación de autobuses y ¡así empezó la preparación para el viaje de cocina! Yo ya había hecho toda la planificación de las comidas, por supuesto, y había hecho listas y listas de todos los ingredientes que iba a necesitar, después de haber hecho cálculos cuidadosos, teniendo en cuenta que cada persona podría querer dos porciones de cada comida que preparara. Si no calculaba correctamente, podríamos quedarnos sin comida, y eso sería estresante. No hay una tienda [en la aldea], ¡así que la elaboración de la lista era muy importante!
¡La pareja misionera con la que me quedé fue muy generosa porque me ayudaron a comprar y hacer todo! Con el fin de llevar de forma segura todas las hermosas hortalizas hasta la tribu era importante dejarlas secar bien (durante la noche) y luego envolver individualmente cada artículo en papel y empacarlo en cajas de cartón con cuidado. La comida y las hortalizas serían llevadas a la tribu en un camión, y las horas y horas de carreteras terriblemente llenas de baches podían convertir las cosas frescas en puré si no se empacaban correctamente. ¡Me allegro que me enseñaran el sistema que los misioneros ya habían establecido y sabían que funcionaba bien! Como pueden imaginar, es un trabajo que consume mucho tiempo.
Jordan Husband (el misionero para quien se está construyendo la casa en la aldea) y mi cuñado Don Chubb (quien está dirigiendo la construcción de la casa, o el contramaestre si lo prefieren) salió de la tribu en un vehículo para encontrarme a mí y al grupo de construcción de una de las iglesias que apoyan el ministerio de los Husband. La noche antes de nuestros viajes hasta la aldea, estuvimos despiertos hasta altas horas de la noche y empacamos la camioneta de los Jordan con todos los suministros importantes. Había materiales de construcción, comida y, por supuesto, el equipaje y los materiales de construcción que el grupo había llevado allí. Cada recipiente que no era hermético tenía que ser guardado en bolsas para resguardarlos de la increíble cantidad de polvo que entra en la camioneta durante el viaje. Incluso bajo el toldo de la camioneta todo queda cubierto de polvo, así que aprendí que guardar las cosas en bolsas es un paso que no se debe omitir.
Todos íbamos a viajar a la tribu de dos maneras; algunos de nosotros irían en dos vuelos del avión de la misión y el resto viajaría con Jordan en la camioneta. ¡Me alegró mucho que me eligieran para tomar uno de los vuelos porque para mí era importante estar allí primero para comenzar la preparación de la comida! ¡Qué alivio!
Fue un viaje tranquilo hasta la tribu y tuvimos un aterrizaje suave en la pista de aterrizaje seca. Dos de las misioneras solteras que trabajan con la gente nahuatlense nos recibieron en la pista, junto con algunos niños pequeños nahuatlenses que tenían interés de examinar el avión. Katie, una de las misioneras, les explicó pacientemente cosas a ellos sobre el avión mientras nosotros descargábamos las cosas y hablábamos un poco.
Pronto llegó el momento de bajar desde la pista de aterrizaje hasta la aldea. Tuve que montar en la parte trasera de una moto de cuatro ruedas que Katie condujo, lo cual fue una sorpresa total porque bajamos la montaña a “campo traviesa”; no voy a mentir, ¡fue muy divertido! Llegamos a la casa antes que los otros que tuvieron que bajar caminando y estábamos cubiertos de polvo. ¡Mi cabello nunca había estado tan lleno de polvo!
Y así comenzó mi tiempo en la aldea, en un remolino de polvo. En ese momento solo había dos miembros del equipo misionero en la aldea, Rachel & Katie. Ellas amablemente me dejaron quedarme con ellas y usar su cocina para cocinar para el grupo. Las primeras horas de mi tiempo allí las pasé aprendiendo las formas en que tendría que arreglármelas para cocinar y para hacer mis actividades mientras estuviera allí, en vista del hecho de que era temporada seca. ¡Había muy poca agua y eso significaba que todos debíamos estar en modo de conservación extrema! Las chicas solo iban a estar allí unos pocos días y luego se irían de la aldea para hacer un papeleo, ¡así que me alegré de pasar un tiempo con ellas! Ellas explicaron el sitio del agua con filtración, desde dónde podría cargarla, cómo debía manejar el lavado de los platos y cuáles plantas tenían la prioridad de ser regadas con agua sucia, etc. La escasez de agua significaba que tendríamos que usar la letrina tanto como fuera posible, y si usáramos el cuarto de baño interior no podríamos lavarlo con otra cosa que no fuera el agua sucia donde habíamos lavado los platos –solo una o dos veces al día; y los baños con agua de la ducha serían raros.
Una vez que tuve el sistema para hacer las cosas, mi trabajo comenzó. Pude alimentar al grupo tres veces al día y también disfrutar de unos días maravillosos allí con Katie y Rachel. Estoy muy agradecida por el hecho de que mis cálculos dieron sus frutos y nos quedamos sin comida. Me gustó conocer a cada miembro del grupo de construcción que había ido a trabajar. Tuvimos muchas conversaciones buenas y risas durante las horas de las comidas.
Fue un placer estar en la aldea con Katie y Rachel para ayudar un poco y ver cómo Dios está usándolas (junto con el resto del equipo) allí. Honestamente, eso me hizo extrañar mucho lo que es vivir en una aldea, a pesar de que es un ministerio muy difícil a veces. Me siento muy orgullosa por la forma en que las chicas se sirven la una a la otra y al pueblo nahuatlense. Se requiere de mucha paciencia y sacrificio dados por Dios para servir como ellas lo hacen.
Volviendo a la construcción por un minuto; los hombres trabajaron duro todos los días e hicieron grandes progresos. La meta de este grupo de trabajo era poner el techo, las ventanas y las puertas de la casa con el fin de prepararla para la temporada de lluvias que está en camino. Cuando llegamos, la casa aún no tenía todas las paredes del segundo piso, y mucho menos el techo, así que había mucho por hacer.
Para aquellos de ustedes que desean un informe pormenorizado de la construcción lamento decepcionarlos. Mi objetivo era alimentar a todos y ayudar cuando pudiera, así que eso es lo que hice. En realidad antes de iniciar este viaje, había pensando lo divertido que sería si también pudiera hacer un poco del trabajo de construcción, pero pensé que con seguridad no tendría tiempo para eso. Los primeros días, mientras Katie y Rachel aún estaban en la tribu, pasé mucho tiempo con ellas, lo cual fue maravilloso. Sin embargo, cuando ellas se fueron, ¡de repente me encontré con mucho más tiempo en mis manos! ¡Entonces mi sueño de ayudar un poco en la construcción se hizo realidad! ¡Cada día pude tener un poco más de tiempo para ayudar y me sentí muy feliz por eso! ¡Se siente bien trabajar duro en un equipo y ver los resultados! Me encantó.
Ahora quiero pasar a la parte favorita de mi tiempo en la aldea nahuatlense. Realmente es el objetivo fundamental, la razón absoluta por la que se está construyendo una casa, es decir, para que Cristo pueda seguir siendo anunciado entre los nahuatlenses, para que la iglesia que hay allí crezca (en madurez y en cantidad) y se vuelva auto-sostenible y evangelizadora.
Fue una gran bendición conocer a algunos de los creyentes y adorar con ellos el domingo. Katie y Rachel fueron dulces al permitirme tomar prestadas algunas prendas de ropa tradicional nahuatlense para usarlas en el servicio de la iglesia: una falda tradicional, un delantal y un hermoso collar. Soy considerablemente más alta que todas las mujeres nahuatlenses, al igual que Katie y Rachel, por lo que la falda me quedó muy corta, por encima de los tobillos y no debajo de ellos, como se acostumbra. Sin embargo no me importó y eso hizo reír a las damas nahuatlenses al ver lo “tonta” que me veía; je, je. Nos reunimos bajo el garaje de la casa de los Hypki y llevamos nuestros propios bancos y sillas para sentarnos.
Como la familia Hypki no estaba en la aldea en ese momento, Katie y Rachel planearon algunas cosas para compartir con el pequeño grupo de creyentes. La iglesia entre los hablantes de este dialecto del idioma nahuatl todavía es joven y está compuesta mayormente por mujeres, por el momento. Los misioneros están enseñando a los creyentes muchas verdades que son cruciales para que sigan creciendo en su fe y se conviertan en personas que entienden la Palabra de Dios y confían en ella. Fue maravilloso poder cantar canciones en español, intentar leer y cantar algunas canciones en nahuatl y escuchar lo que Katie compartió (y Rachel tradujo al inglés para el grupo y para mí que no hablamos nahuatl).
Ese día Katie compartió acerca de que la Biblia nos enseña quién es Jesús y cómo es él. A veces Jesús se compara a sí mismo con ciertos objetos, pero eso no significa que él sea literalmente esos objetos. Hay diferentes cosas con las que Dios se compara a sí mismo para enseñarnos sobre su carácter y quién es él. Ella enseñó una lección muy clara usando cosas que llevó para mostrar a la gente; cosas como un estetoscopio, para enseñar que Jesús es como un médico que viene a sanar a los enfermos; una linterna para enseñar que Jesús es la luz que nos ayuda a ver/entender el camino correcto; un pan porque Jesús se llama a sí mismo el Pan de Vida porque él nos da vida; etc. Me animó mucho oír la enseñanza de esta lección y ver las respuestas de las mujeres y los niños mientras procesaban lo que estaban oyendo: ¡la Palabra de Dios es viva y activa!
Mi tiempo en la aldea pasó muy rápido y fue un gran privilegio ayudar de una manera pequeña y ver cómo está obrando el Señor aquí. Ahora es tiempo de limpiar, empacar y preparar la casa de las chicas para la temporada de lluvias. Rachel & Katie nos habían dejado una lista de cosas que debíamos hacerle a la casa para dejarla preparada contra plagas indeseadas, fugas y las fuertes lluvias que se avecinan.
Con un buen trabajo en equipo la casa quedó lista, y el tiempo se acabó antes de que nos diéramos cuenta. La mitad del grupo se fue en la camioneta, y nosotros nos separamos temprano en la mañana. El primer grupo salió temprano y el resto de nosotros salió de la aldea en dos vuelos.
Los últimos de nosotros fuimos acompañados hasta la pista de aterrizaje por una de las creyentes y su nieta. Fue una caminata respetable y llegamos a tiempo para que Don revisara la pista y se asegurara de que no hubiera animales en ella y que estuviéramos listos para que el piloto aterrizara. Mientras esperábamos, fue agradable platicar con la señora que nos acompañó y conocerla mejor. Ella habló de su familia, de los que han creído y los que no, incluyendo a su esposo y algunos de sus doce hijos. Le dije que me alegraba ser su hermana en Cristo y que recordaría orar por ella y su familia. Ella tuvo la amabilidad de dejarme tomar una foto con ella. No hay nada como el don de la unidad que tenemos al ser parte de la familia de Dios para hacer que las personas que no podrían ser más diferentes se sientan cercanas.
La pista de aterrizaje estaba lista y pronto vimos a nuestro avión dar en tierra en medio de una nube de polvo. Pensábamos que íbamos a despegar rápidamente, pero como sucede a menudo en el ministerio, las cosas no salieron exactamente como habíamos lo habíamos planeado -pero de una buena manera.
Casi tan pronto como el avión se detuvo, llegó una camioneta a toda velocidad, llena con unas ocho personas nahuatlenses. Había una mujer anciana que estaba muy enferma y ellos querían llevarla a un hospital tan rápido como fuera posible. Ellos no tenían suficiente combustible para sacarla de la aldea porque es un viaje muy largo. La anciana no había comido en cinco días, tenía un dolor de estómago severo y estaba vomitando. El grupo preguntó si podíamos hacerles el favor de llevarla con nosotros a una ciudad en la dirección opuesta a la que teníamos que ir. Nuestro piloto quería ayudar, todos queríamos ayudar, pero solo teníamos el combustible necesario y cada vuelo solo puede soportar una cantidad de peso. Le dimos agua y un analgésico a la mujer mientras el piloto hablaba con la gente durante un rato sobre lo que se podía hacer, e inmediatamente él comenzó a hacer cálculos para ver si podíamos ir hasta la ciudad costera más cercana. No era a donde ellos querían ir, pero era la única posibilidad, así que después de revisar y volver a revisar sus cálculos él dijo que podíamos llevar a la mujer y también a su hijo con nosotros en un desvío hasta la ciudad costera. ¡Estuvimos muy agradecidos [con Dios] de poder llevarlos en el vuelo! Cosas como esta son muy comunes y, por supuesto, siempre que los misioneros y los pilotos misioneros pueden ayudar, lo hacen.
El vuelo salió bien y el piloto llamó al aeropuerto para informarles que llevábamos a un pasajero enfermo que necesitaría atención médica tan pronto aterrizáramos. La ambulancia estaba esperando cuando llegamos y fue magnífico saber que esta pobre mujer estaba en buenas manos. ¡Estoy muy agradecida con nuestros pilotos! ¡Muchas cosas serían imposibles sin ellos! A pesar de nuestro desvío imprevisto hasta la costa, nuestro piloto nos puso de vuelta en el aire en poco tiempo en nuestro camino de vuelta a casa en Chihuahua.
¡Estábamos muy emocionados de llegar a casa donde nuestras familias! El vuelo fue memorable, aproximadamente tres horas de la mayor turbulencia que haya experimentado en un avión pequeño. No fue culpa del piloto, es que estábamos volando sobre cordilleras en temporada de vientos. El viaje terminó con un aterrizaje parecido al de un helicóptero, con la nariz contra el fuerte viento; ¡tierra! Le doy muchas gracias a Dios por la oportunidad de servir en este viaje. Me hace sentir modesta el Cuerpo de Cristo y cómo el Señor usa a tantas personas de diferentes maneras para alcanzar a los perdidos.
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