22 de enero, 2019
En el año 2015, cuando nos estábamos lanzando de cabeza en un proyecto acorde con la grandeza de Dios –cambiar nuestro programa de vuelos a un helicóptero de turbina en lugar de un avión selvático Cessna, experimentamos una gran variedad de emociones; una gran emoción por lo que esta herramienta significaría para nuestros plantadores de iglesias, mezclada con un poco de temor y temblor –¿qué tal que hubiéramos oído mal, que esto no fuera lo que Dios quería hacer? No solo necesitábamos un helicóptero, necesitábamos capacitación especializada para varios pilotos y mecánicos, un nuevo set de herramientas y equipos especializados, y necesitábamos un terreno cerca de nuestra casa de huéspedes y recursos para construir un nuevo hangar y un centro de vuelos.
Las ideas sobre el diseño de un hangar iban y venían entre los diferentes miembros del equipo involucrados en el proyecto, y al poco tiempo nos pusimos en contacto con posibles proveedores para tener estimativos sobre los materiales de construcción. No es que estuviéramos listos para construir, pero necesitábamos saber cuánto le íbamos a pedir a Dios que proveyera. Me puse en contacto con un proveedor de puertas de garaje para pedirle una cotización para la puerta principal del hangar, y dentro de unos días Dios proveyó una puerta basculante de gran calidad comercial, ¡exactamente lo que necesitábamos para nuestro hangar! No teníamos un helicóptero R66, no teníamos hangar, y no teníamos un terreno para construir un hangar, pero Dios sabía que necesitábamos su confirmación de que estábamos en el camino correcto, así que nos proporcionó una puerta.
La historia no termina aquí; después de meses de infructuosos y desalentadores intentos de ver y negociar un terreno para construir un hangar, Dios decidió animarnos una vez más. Nuestro plan era fabricar con contenedores de envío un hangar semi-portátil de bajo costo. Aunque hubiera servido y hubiera sido relativamente barato, habría sido un proyecto de construcción que hubiera consumido mucho tiempo, y Dios sabía que no teníamos tiempo para hacerlo. ¡Por lo cual él proveyó un hangar prefabricado de clase tifón para nosotros! Por medio de un grupo de hombres de negocios cristianos, extendido desde Australia hasta Filipinas, Dios proveyó una vez más. Ahora teníamos una puerta y un hangar, pero aún no teníamos un terreno para montarlo. A las pocas semanas de que Dios proveyera el hangar, teníamos un contrato sobre una parcela de tierra. Gracias a la provisión de Dios a través de la fidelidad de su pueblo, hoy tenemos un programa de vuelos de helicóptero totalmente operacional que sirve a misioneros extranjeros e indígenas en más de una docena de aldeas diferentes.
Para leer más sobre el proceso de construcción, echa un vistazo a la historia sobre nuestro Ángel en chanclas.
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