14 de noviembre, 2017
“En ti confiarán los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron” Salmo 9:10
Las luchas con la salud de Nancy han constituido un tiempo de prueba para nosotros. Los médicos tenían que intervenir mi corazón para resolver un problema de arritmias que había sido causado por mi enfermedad autoinmune. La intervención iba a durar entre tres y cuatro horas, y luego iba a pasar una noche en el hospital en observación general y luego podría regresar a casa… Pero Dios tenía otros planes… En la última parte de la intervención el cirujano cometió un error que causó un taponamiento cardiaco, lo cual significa que se acumuló sangre dentro del saco que rodea el corazón. Esto se convirtió en una emergencia médica inesperada para mí. Yo no estuve al tanto de todo lo que sucedió en las siguientes horas, fui llevada a la UCI donde permanecí tres días. Sin duda Dios salvó mi vida.
Después de seis días, regresé a casa, pero cuatro días más tarde, mi familia volvió a llevarme a una emergencia médica porque tenía fiebre, dificultad para respirar y un dolor de espalda intenso. El nuevo diagnóstico fue: Edema pulmonar, lo cual significa que tenía una acumulación de líquidos en los pulmones, y además, neumonía. Pasé ocho días en el hospital, recibiendo el tratamiento adecuado.
Volví a casa muy débil y cansada, pero cinco días después mi familia me llevó nuevamente a emergencias médicas, debido a un dolor intenso en el pecho y la espalda. Permanecí en el hospital durante nueve días, el médico hizo algunos exámenes del corazón, que salieron normales, gracias a Dios. Pero el dolor fuerte en el pecho y la espalda continuaba, y aunque recibía medicamentos para que disminuyera, estaba aumentando.
Un milagro del Señor permitió que un médico especialista diagnosticara herpes zóster, esto sucedió porque mi sistema inmunológico estaba muy débil y mis defensas estaban bajas, debido a todos los problemas médicos de las semanas anteriores. El herpes zóster es muy doloroso.
Hay muchos detalles del cuidado amoroso que Dios me mostró a mí y a mi familia durante este tiempo de prueba, tantos que no cabrían en esta carta. Dios es bueno y Su misericordia es para siempre; con mi familia vimos cómo nos ayudó en cada una de las situaciones difíciles en las que me encontré, dándonos gracia y fuerza, momento a momento, guardando mi vida milagrosamente.
Estoy en casa recuperándome, todavía sintiéndome cansada y débil. ¡Muchas gracias por orar!
Con Alberto vemos estas experiencias como ejercicios espirituales, para crecer en amor por medio de Aquel que nos sostiene día a día con Su gracia.
Por Su gracia y misericordia, Nancy González
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