4 de junio
Cuando una hormiga de fuego me picó el pie, no esperaba estar sentada en cama durante más de seis semanas ni ser una paciente de injerto de piel. La fiebre violenta que me lanzó a cama y el dolor que apareció al día siguiente en mi pie nos tomó por sorpresa, y cuando tomamos la decisión de usar antibióticos, estaba lloviendo. Era imposible llegar al pueblo (un viaje de 40 minutos en auto) porque las carreteras de arcilla se habían convertido en una sopa demasiado formidable para nuestro vehículo 4×4. Durante tres días tirité en un calor de 26.6o C y bajo montones de mantas mientras el dolor en mi pie aumentaba, y comenzaron a aparecer manchas de color violeta en mi piel.
Soy esposa misionera y madre de 5 pequeños, alguien que ama al Señor y siente una pasión por alcanzar a otros con el Evangelio… entonces mi mente recalentada se sorprendió levemente cuando desperté la mañana del cuarto día y me di cuenta que no había orado ni una vez desde que la fiebre había empezado… ¡ni siquiera había pensado en Dios! Me reí en voz alta –realmente eso no importaba. También sabía, silenciosamente, que Dios había estado allí todo el tiempo –así que todo iba a estar bien.
Mirando las líneas delgadas que estaban subiendo por mi pierna, supimos que esta infección grave se estaba convirtiendo rápidamente en una amenaza para la vida.
Elijah me cargó hasta nuestro vehículo todoterreno –el camino se había secado un poco– y corrimos en el barro, en el agitado trayecto hasta el pueblo: él conduciendo tan cuidadosamente como podía, yo gritando cada vez que él daba con los surcos más duros. El médico me dio una inyección sin siquiera moverme, y me envió de vuelta a casa con instrucciones para que Elijah me inyectara cada 8 horas. La fiebre cesó.
El asunto mejoró… luego empeoró de nuevo. El médico nos dijo que debía sanar por sí mismo, pero los días pasaban con montones de pastillas y mucho dolor, y ni un solo paso. Llegó abril… los chicos discutían qué regalarme en mi cumpleaños, y mi hija exclamó: “¡Mamá, quisiera que pudieras caminar en tu cumpleaños!” Más lágrimas.
Me sentí reducida a una sombra de quien era habitualmente, cambiada de una rápida pensadora a una persona lenta, confundida y llorosa por el dolor y la medicación constantes. Las historias sencillas contadas por mis entusiasmados hijos en cuanto al nuevo insecto que habían hallado, me dejaban en blanco, pidiéndoles que por favor “díganme otra vez”.
No hubo mejoría, por lo que al día siguiente de mi cumpleaños número 30 subimos la familia y condujimos las siete horas hasta la ciudad capital. El médico del pequeño pueblo no se explicaba por qué no había sanado mi pie, ni tampoco el médico de urgencias de uno de los mejores hospitales del país. La infección nunca fue identificada; pero la ecografía mostraba una gran cantidad de tejido muerto que tenía que ser quitado, y cuando vi mi pie después de la primera cirugía me sentí muy triste… estaba viendo mis tendones, y la mitad de la piel en la parte superior de mi pie había desaparecido en una herida desigual de aspecto distendido; dijeron que iba a necesitar un injerto de piel. Después mis hijos me trajeron tarjetas con mensajes de “mejórate” y una corona de papel crepé para usarla en mi cama del hospital. Algunas tarjetas (irónicamente) tenían pequeñas hormigas rojas estampadas en ellas, y reí hasta llorar y dije que eran ¡perfectas! Una tarjeta decía: “Dios ha sido bueno contigo, y tú debes estar feliz. Yo estoy feliz de que tú seas mi mamá, incluso cuando estás lastimada”.
Yo, ¿una paciente de injerto de piel? Estaba tan confundida que no sabía qué pensar. Me encontré viviendo con verdades simples: Dios es bueno y me ama. Soy Su hija, y eso me basta.
Ocurrieron cosas. Me decepcioné amargamente cuando una empresa de suministros médicos nos dijo hasta el día antes de mi segunda cirugía que tenían en camino el producto que yo necesitaba… sólo para descubrir que realmente estuvo almacenado todo el tiempo en una cámara frigorífica en Argentina. Estaba enojada, bastante, y asustada en cuanto a cómo terminarían las cosas. De todos modos tuvimos que hacer el injerto de piel, sin el producto.
Terminó… es decir, la última cirugía. El Señor ha resuelto todo: el injerto de piel está sanando bien… yo estoy pensando claramente otra vez y tengo mucho menos dolor. 67 días después de que esa pequeña picadura de hormiga se infectara, ¡finalmente di ese “primer paso” en esta semana! Pero durante todo el tiempo Dios ha estado conmigo, ayudándome a andar en la senda invisible de la fe.
Dentro de unos años, a pesar de que éstos han sido unos meses difíciles para mí, sé que miraré hacia atrás y esto ya no será un asunto importante. Recordaré más las cosas hermosas que el Señor produjo en este tiempo:
Viendo a mi muy capaz esposo lentificar su vida a un paso de tortuga sólo para tener el “privilegio” de servirme (como él dice), y orando por mí a través de los días más difíciles cuando yo no podía orar por mí misma… llevándome a dondequiera que necesitaba ir, entendiéndome sin importar en qué estado esté, diciéndome lo mucho que le encantarán mis cicatrices cuando todo esto acabe… sabiendo cuánto se preocupa por mí en verdad…
Tantas horas para estrechar a mis hijos y esconder mi cara en su pelo y decirles lo mucho que significan para mí, ver brillar sus ojos mientras disfrutan de la vida…
Mi madre y mi hermana, volando aquí con maletas llenas de suplementos nutricionales y paquetes de la familia y de personas que nos apoyan en Estados Unidos, para seguir amándome cuando no soy yo misma, para hacer todo mi trabajo y hacer del tiempo algo verdaderamente especial…
Notas de Alemania, Italia, Brasil, Estados Unidos y Canadá, Colombia, Paraguay… la radio cristiana informando al respecto… comidas y visitas… regalos para cubrir los gastos médicos… tantas personas fieles orando todos los días…
Noticias de nuestros compañeros de trabajo en la tribu, diciendo que alguien ha mostrado interés de aprender acerca de la Biblia… ¡el primer indicio de expectación! La obra está avanzando, a pesar de que no estamos allí, porque somos un equipo…
Y mi dulce relación con Dios, mi más dulce posesión. Era maravillosa antes, pero ahora es aun mejor, después de todo este tiempo de sólo aferrarme a Él como una niña otra vez…
Estoy convencida que Dios permitió esa fatal picadura de hormiga con un propósito en mente: mostrar Su gracia. En mi debilidad, Él recibirá la gloria. Exactamente como corresponde a Él, ¡pero no puedo quedarme callada al respecto! Su gracia realmente ES suficiente para mí ahora, ¡y para cualquier cosa que afronte alguna vez! Ahora sólo quiero gloriarme en Él, en cualquier forma que pueda.
Nota: Comprendo que muchas personas sufren cosas mucho peores que lo que estoy describiendo aquí… esto es sólo una insignificancia en comparación con algunas experiencias (y casi no lo comparto precisamente por eso), pero es una pequeña historia que ahora hace parte de mí. Mi deseo es ser honesta y real, con la esperanza de que esto nos anime a mirar a Cristo –en cualquier momento oscuro para cada uno de nosotros. ¡Gracias por su comprensión!