La oscuridad de esa noche sin luna solamente era iluminada tenuemente por las estrellas distantes. Pete y Liesl se sentaron juntos, disfrutando de la quietud nocturna, cuando un golpe en la puerta interrumpió el silencio.
Pete se dirigió a la puerta y preguntó en la oscuridad: “¿Quién es?”.
“Soy yo”, respondió pasito una voz.
“Yo caminé hacia la puerta y hacia la silueta delgada de un amigo que no había visto en meses. Era Humberto”, comenta Pete.
Él explica que después de haber sido tiroteado el verano pasado, su amigo Humberto no ha pasado mucho tiempo en su pequeña aldea. “Hubo rumores de que los hombres que le dispararon aún querían matarlo”, informa Pete. “Entonces él se fue para guardar su vida y la de su familia”.
Al marcharse silenciosamente de la aldea, explica Pete, Humberto estaba sacrificando una de las reglas básicas de la vida en su remota comunidad.
“Él estaba renunciando a la venganza”, dice Pete. “Aquí en las montañas, si alguien te dispara, a tu vez tú puedes dispararle. Si alguien mata a un miembro de tu familia, tú puedes matar a uno de ellos. Esto se puede salir de control rápidamente, como el año pasado, cuando una ola de venganzas cobró las vidas de seis personas e inundó la aldea con temor”.
Pero Humberto ha rehusado ejercer su “derecho” a vengarse, a pesar de las tradiciones culturales. Por eso vino a visitar secretamente a Pete esa oscura noche y evitó ser visto.
“Tomamos café y platicamos”, comenta Pete. Mientras Humberto comparte, Pete se entera que él ha estado trabajando en la cosecha de tomate en la costa. Dentro de poco tiempo la temporada del tomate dará paso a la del mango. Pero la salud de Humberto le impedirá participar en la cosecha de mangos. El trabajo es demasiado duro para alguien que todavía se está recuperando de una serie de cirugías practicadas con el fin de reparar su cuerpo de los daños ocasionados por los disparos.
Humberto le comenta a Pete que a él le gustaría tomar un curso para convertirse en ingeniero forestal, un trabajo que lo eximiría de las duras faenas de los campos. Al poco tiempo él se marcha silenciosamente en la noche, expresando la esperanza de que en otra visita podrán estudiar la Palabra de Dios juntos.
Pete se sienta y reflexiona, recordando un comentario que hizo unas semanas atrás el hermano de Humberto respecto a los disparos:
“¿Sabes por qué Humberto no ha hecho nada para vengarse?”, le dijo su hermano a Pete. “Es por causa de la Palabra de Dios. Él sabe que no hay lugar para la venganza en el reino de Dios”.
“Yo he pasado mucho tiempo con Humberto”, comenta Pete. “Le he enseñado desde Génesis hasta los Evangelios. Le he ayudado a cosechar el cultivo de maíz de su familia. Yo he andado con él hasta aldeas que quedan a horas de camino”.
Pero Pete también estuvo preguntándose: ¿Por qué Humberto no escogió la vieja costumbre nahuatl? ¿Por qué no respondió él en la forma que generaciones de su pueblo han respondido siempre? ¿Por qué se privó él de un derecho básico de la comunidad nahuatl —un derecho que ha sido practicado por generaciones? Al principio, Pete mismo no estaba completamente seguro.
Las palabras del hermano de Humberto regresaron a su mente, estas palabras no dejaban duda: “Es por causa de la Palabra de Dios”. Dios está obrando fielmente por medio de Su Palabra en las vidas y la cultura de los nahuatles, en maneras profundas y en muchos niveles —algo que solamente Él sabe.
Ora por Pete y por Liesl mientras viven con y aman a la gente nahuatl. Hace poco ellos recibieron la aprobación para comenzar a escribir lecciones bíblicas cronológicas en idioma náhuatl, y junto con sus coobreros, pronto comenzarán a desarrollar un programa de alfabetización en la aldea. Ora para que la obra transformadora de la Palabra de Dios sea constante y poderosa en las vidas y la cultura de los nahuatles, venciendo las viejas tradiciones y remplazándolas con la libertad y la esperanza del Evangelio.