A medida que la primavera da paso al verano, es común oír el zumbido de fondo de las máquinas podadoras y cortacéspedes en las aldeas prais donde Dave and Fran Jordan viven y trabajan.
Bejucos, maleza y arbustos están en ciernes. Los frutos de los árboles y los productos del huerto abundan.
También hay emoción porque pronto llegarán nuevos coobreros de NTM.
Hay hombres prais que están aprendiendo a enseñar la Palabra mientras leen y organizan lecciones. Más personas se están separando de sus tradiciones con los espíritus para asistir a la enseñanza que los cimentará en los aspectos básicos del Evangelio. El acto de compartir y el buen testimonio son evidentes en muchos.
Las lecciones grabadas que van desde la Creación hasta Cristo, están en los reproductores de MP3 que pueden ser recargados con energía solar y son usados en los campos. Dave está ocupado poniendo lecciones y canciones en tarjetas de teléfono para que ellos los puedan oír en sus teléfonos móviles.
“Damos gracias al Señor por Su obra en las vidas de algunos jóvenes prais”, informa Fran. A cualquier edad y en cualquier cultura es difícil ponerse del lado de la fe, esto es especialmente cierto en Tailandia.
Dos de los creyentes están emocionados por tener el tiempo para estudiar un curso bíblico de un año que ofrece un centro operado por NTM, mientras otros reciben buena enseñanza y compañerismo cristiano donde están, en un curso de auxiliares de enfermería.
Los internos que están participando en un programa de cultivo de café reciben un curso de discipulado si lo desean, y algunos están comenzando a compartir en los servicios de adoración.
Una pareja que viaja a otra aldea para enseñar la Palabra de Dios, tiene un hijo jovencito que está dispuesto a quedarse solo en casa y a ir responsable y fielmente a la escuela, y aun muestra preocupación por la condición espiritual de sus amigos.
Aunque hay alabanza “por Su obra en los corazones y vidas de personas jóvenes prais”, Fran y Dave están “preocupados por aquellos que se van a trabajar lejos del hogar”.
“Demos al Señor la honra debida a Su nombre”, como se nos dice en el Salmo 96:8.