A veces la enseñanza bíblica de un creyente indígena tiene una aplicación poderosa en la vida de un misionero. En la mañana del domingo pasado esto fue particularmente cierto para Gary y Esther Smith.
Durante el tiempo de la enseñanza bíblica, Félix, un maestro bíblico dinangat, leyó y enseñó sobre el Salmo 46:1-2: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar”.
En esa mañana particular, Gary dice que él y el resto de la gente de la aldea dinangat tuvieron en su memoria reciente una percepción vívida del significado de estos versículos. Era un recordatorio fresco de su dependencia de Dios como refugio.
La abundancia de lluvias ha provocado recientemente grandes deslizamientos de tierra en la zona.
Los daños resultantes han sido extensos. La gente ha visto la destrucción de huertos esenciales, criaderos de peces y aun el abastecimiento de agua de los misioneros, el cual no sólo suple agua para sus casas, sino también electricidad.
“Así que, cuando Félix leyó estos versículos… todos fuimos llevados a recordar la maravillosa protección de Dios para nosotros”, informa Gary. “En verdad Dios ayudó”.
Para Gary, hay muchas muestras claras de la ayuda y el cuidado de Dios. Él ha provisto sabiduría y fortaleza para afrontar las pruebas. Y Él ha provisto fuerzas para hacer la extensa limpieza y las reparaciones que han resultado de los deslizamientos de tierra.
Después de varios días de duro trabajo cavando, la fuente vital de agua nuevamente está en operación. No sólo los misioneros dependen de esta fuente de agua, sino muchas personas de la aldea también. Gary comparte: “Estamos empezando de nuevo… tenemos agua potable en la aldea otra vez”.
Gary y Esther Smith están agradecidos por la protección y la ayuda de Dios durante los deslizamientos de tierra, y en el tiempo de limpieza y reparaciones. Con más fuerza que nunca, ellos reconocen el impacto y la verdad de las palabras que escucharon de labios de Félix esa mañana: “Dios es nuestro amparo y fortaleza”.