Bonifacio es un hombre guarijío de más de 90 años; él nunca se casó. El año pasado, en una de nuestras visitas, Bonifacio me explicó que su padre fue un hombre muy abusivo, y que el abuso infundió en su corazón un temor profundo que nunca lo abandonó. Esto lo privó de la confianza para buscar una esposa, por eso se quedó soltero.
Bonifacio tenía la reputación, en años pasados, de ser un gran bebedor y camorrista. Aún padece dolencias, dolores y cicatrices que le quedaron de las peleas que tuvo con otros hombres cuando estaba tomando.
Nosotros conocimos a Bonifacio hace unos siete años, cuando nos mudamos a este pueblo desde otra comunidad guarijía. Él siempre fue amistoso con nosotros, pero no bajaba la guardia.
Como Bonifacio no podía viajar con frecuencia, mi coobrero Dennis Bender iba a visitarlo para repasar lecciones bíblicas cronológicas con él. Esto le brindaba a Dennis la confianza de que su material estaba comunicando bien, y a Bonifacio le daba la oportunidad de oír la enseñanza bíblica en su propio idioma.
Recuerdo una vez cuando, después de completar la serie de lecciones bíblicas, Dennis Bender y yo fuimos a hacerle unas preguntas a Bonifacio para sondear qué tanto entendía. Tal vez yo comencé siendo un poco directo para su gusto, porque él se encerró en sí mismo, y la conversación evidentemente se acabó.
No estoy muy seguro en qué día Bonifacio empezó a creer verdaderamente el mensaje del Evangelio, pero poco tiempo después de ese acontecimiento, cuando nosotros íbamos a visitarlo o él venía aquí, comenzaba a hablar más de las historias bíblicas, y de la sabiduría de ellas. Decía que la Palabra de Dios era realmente la verdad, y que los antepasados no conocieron realmente la verdad.
En esas conversaciones él expresaba claramente su comprensión del pecado, y el valor de lo que Cristo hizo en la cruz en su lugar. Fue entonces que quedamos convencidos que él creía verdaderamente y que había aceptado el Evangelio.
A Bonifacio le gusta hablar acerca de la Biblia. Nosotros le prestamos una “grabadora megavoice” (un tipo de grabadora portátil que funciona con energía solar). Estas máquinas reproducen las grabaciones en mp3 de las lecciones cronológicas, y también las lecturas de los pasajes bíblicos; él la usa frecuentemente y le encantan los mensajes.
Hace unos dos años, Bonifacio empezó a viajar con nosotros en una cuatrimoto hasta una comunidad vecina donde estábamos enseñando las lecciones bíblicas cronológicas a varias familias. Él se sentaba en la reunión y hacía comentarios sobre lo que se estaba enseñando. Él viajaba con nosotros allí al menos una vez a la semana para participar en los estudios, a pesar de que el viaje era incómodo para él. (Él tiene una artritis severa en ambas rodillas y usa muletas para desplazarse).
Cuando empezamos a planear el primer bautismo de guarijíos, fui a hablar con Bonifacio para saber si deseaba ser bautizado. Su respuesta fue: “Sí, quiero ser bautizado. Hay un solo lugar precioso, y es con mi Creador, Jesucristo”.
Por tanto, Bonifacio fue uno de los primeros cuatro guarijíos que hizo una manifestación pública de su fe por medio del bautismo. En el viaje de regreso a casa, él dijo: “Yo creo que Dios está complacido porque hoy fueron bautizados otros cuatro hijos Suyos”.
Con el paso de los años, se empezó a formar un vínculo entre Bonifacio y yo a medida que pasábamos tiempo. Él venía cuando yo estaba trabajando en traducción, y hablábamos acerca de lo que estaba traduciendo.
En una de esas conversaciones, Bonifacio dijo: “Tú eres como un padre para mí, y tu esposa como una madre”. Cuando le pregunté por qué decía eso, su respuesta fue: “Porque tu esposa siempre me da comida y café cuando estoy aquí, y tú me enseñas las cosas que mi padre debía haberme enseñado”.
Hace aproximadamente un año y medio, Bonifacio empezó a luchar con lo que probablemente pueda ser mejor descrito como mini ataques de apoplejía. Dichos ataques lo dejan confuso, principalmente ciego, y demasiado débil para pararse o aun para sentarse. Él se desmaya, y ha pasado varias noches a la intemperie porque ha tenido ataques mientras ha estado caminando hacia la casa desde algún lugar.
En una ocasión puso en su bolsillo todo el dinero que tenía por temor a que alguien se metiera en su casa. Sin embargo, sufrió un ataque y pasó la noche en la maleza. En la mañana, su visión aún estaba borrosa; pudo percibir la figura de alguien que estaba cerca de él, pero no pudo identificar quién era. Esa persona tomó todo el dinero que tenía Bonifacio y se escapó, pero como él no podía ver no tiene idea de quién pudo ser.
Como él nunca se casó, no tiene hijos que ayuden a cuidarlo. Tiene una sobrina que viene una vez cada día o cada dos días y le da el desayuno. Bonifacio tiene otros familiares pero, hasta la fecha, ninguno de ellos ha ayudado a cuidarlo.
Dios ha estado usando a Bonifacio en mi vida para enseñarme acerca de la compasión. Cuando Bonifacio tiene sus ataques, no puede comer sin ayuda, y normalmente queda demasiado débil para levantarse e ir al baño solo. Eso significa que yo tengo que ayudarlo a cambiarse, tengo que lavar su ropa, darle la comida, ayudarlo a regresar a la cama (una estera en el piso), y arroparlo.
Todas estas cosas no son en ninguna manera cómodas para mí, y Dios me está enseñando más de Él mismo y de mí mismo a través de todo esto. Con frecuencia pienso que Dios nos encuentra en nuestra propia inmundicia, demasiado débiles y ciegos para valernos por nosotros mismos, y sin embargo Él se inclina para llegar hasta donde estamos nosotros y nos levanta, nos viste con nuevas vestiduras y nos brinda Su compasión.
Durante esos tiempos, hemos hablado con Bonifacio acerca del cielo y la gloria que nos espera allí. Me da gozo saber que él será uno de los santos que serán reunidos con nosotros en torno al Trono en la gloria.
Yo sé que un día no muy lejano mi amigo Bonifacio abandonará su vieja tienda, y será vestido de inmortalidad. Hasta que llegue ése día, ¿pedirás a Dios que Él sea su consuelo?