La noche tranquila de un domingo fue alterada cuando Nalsito, un hombre que obviamente estaba gravemente enfermo, fue llevado a la aldea. Sabiendo que estaba muy enfermo, él pidió que lo llevaran al sitio de reuniones de la iglesia para morir.
Cuando llegó allí, se quitó un talismán que su esposa le había amarrado en la cintura, pidiéndole a mi coobrero, Job, que lo tomara y se deshiciera de él, a pesar de las protestas de su esposa.
Pero Nalsito tenía fiebre y a veces actuaba en forma extraña.
Job y los creyentes se reunieron y oraron por él.
Luego algunos hombres partieron en la noche y lo llevaron en motocicleta, llegando al pequeño hospital de la selva que queda a varios kilómetros. El médico del hospital diagnosticó la enfermedad de Nalsito como rabia.
El médico dijo que no se podía hacer nada por Nalsito, y le dijo que orara.
Inmediatamente Nalsito le respondió al medico: “¡Yo sé a dónde voy a ir! Yo confío en Jesús, quien murió por mí; ¿sabes tú a dónde vas a ir?”.
Posteriormente el médico admitió: “¡En verdad él me hizo pensar!”.
Pero la rabia estaba haciendo que Nalsito se comportara extrañamente. Más tarde en la noche, mordió a Pupoy, uno de los otros hombres que lo estaban ayudando.
Afortunadamente, Pupoy tenía puesta una chaqueta y no le rompió la piel. Pero, de todos modos, todos los hombres que estaban ayudando tuvieron que recibir inyecciones contra la rabia.
Después, el médico envió a Nalsito a la casa para que muriera allí.
Una red mundial de oración entró en acción a favor de él. Y asombrosamente Nalsito aún estaba vivo a la mañana siguiente, aunque no siempre estaba lúcido.
Después de unos días, Nalsito parecía mejor y empezó a pedir comida.
Luego, el viernes pasado en la noche, nuestra casa fue invadida repentinamente por unas quince mujeres y niños. Resultó que eran los vecinos de Nalsito que habían echado a correr por temor, pues súbitamente él se había vuelto loco y había tratado de estrangular a su pequeña niña.
Nosotros alimentamos la aterrorizada gente, y pasamos la noche cantando juntos, usando himnos y coros en idioma palawano para ayudar a calmar sus corazones.
El pobre Nalsito tuvo que ser atado esa noche, y sedado, y finalmente todos se marcharon a sus casas.
Cuando Nalsito superó las expectativas de ocho días, quedamos sorprendidos de que hubiera sobrevivido y comenzamos a dudar del diagnóstico de rabia. Cuando los hombres lo llevaron de nuevo al hospital para un chequeo, el médico insistió en su diagnóstico de rabia, ¡pero se quedó maravillado al ver vivo a Nalsito!
Desconocemos muchas cosas de esta enfermedad, pero sea lo que sea, oramos para que Dios continúe siendo glorificado en la vida de Nalsito y en la iglesia palawana debido a todo esto.
El domingo, Nalsito y su familia asistieron a la reunión de los creyentes, celebrando su recuperación con el resto de la iglesia.
Para nosotros ha sido un motivo de mucho ánimo ver a un creyente débil volverse a Cristo y llenarse de confianza frente al trauma y el sufrimiento y la posibilidad de morir, y verle compartir valientemente su fe en Cristo aun en esas circunstancias.