Es probable que la mayoría de las personas entiendan la importancia del trabajo en equipo desde la perspectiva de su propio trabajo o posiblemente en el contexto de hacer un proyecto familiar.
Los misioneros, sin embargo, viven todos los días la cruda realidad de que el trabajo en equipo es de extrema importancia para el éxito de su labor, y que ni aun podrían estar allí en esas aldeas retiradas sin el apoyo del equipo misionero entero.
Estoy pensando aquí en misioneros que viven en lugares apartados de la selva a los que sólo se puede llegar caminando durante semanas o meses a través de senderos difíciles y peligrosos, o viajando días o semanas a través de ríos en “Clase sub-económica”, o, en los últimos tiempos, viajando minutos u horas en un avión.
En los primeros días, para viajar en la selva la mayoría de los misioneros sólo tenían una opción: el río. Cuando ya estaban establecidos en la zona general de un grupo étnico, los viajes a las aldeas del interior eran, en muchos casos, a través de caminos muy difíciles.
Entonces ¿qué papel tenía el trabajo en equipo en esa situación compleja? Bien, aun los misioneros que vivían solos en las condiciones más sencillas, y quienes eran transportados en canoas de una aldea a otra por remeros nativos, necesitaban de un sitio al que pudieran ir a conseguir los suministros básicos, los materiales de alfabetización y cosas por el estilo.
Necesitaban de alguien que tuviera la capacidad de hacer copias de las porciones de las Escrituras que ellos estaban traduciendo, y necesitaban de un lugar seguro a donde su correo pudiera ser enviado y que estuviera suficientemente cerca para que pudieran recogerlo cada par de meses sin tener que pasar tres semanas yendo y volviendo.
Y sí, necesitaban de un sitio donde pudieran tomar un descanso de vivir totalmente sumidos en un ambiente selvático.
Los misioneros pioneros no contaban con una infraestructura tal como una casa de huéspedes en la ciudad, compradores de víveres, conductores de botes para transportar por río personas y suministros, colegios para sus hijos y una oficina de la misión.
Estos servicios esenciales se incorporaron cuando hubo personal disponible. Más tarde llegó el servicio aéreo, y más tarde aún, vino la importante contribución de consultores para ayudar a los misioneros nuevos con su aprendizaje de idioma y cultura y con la plantación de iglesias y la traducción de la Biblia.
Después de contar con esta infraestructura y estas ayudas, los misioneros podían dedicar más tiempo a su trabajo y menos tiempo a sólo sobrevivir.
No me malentiendan –la vida y el trabajo en las aldeas selváticas eran muy desafiantes, pero se logró reducir un poco el nivel de dificultad.
Cuando finalmente tuvimos apoyo aéreo constante, más o menos en 1965, las cosas cambiaron dramáticamente, para los misioneros y para los indígenas, especialmente en las tribus más remotas.
Puede haber demorado un año o dos, pero finalmente todas las aldeas, donde había misioneros, llegaron a tener pistas aéreas y servicio de vuelos. Algunos líderes indígenas, aun de lugares donde no había presencia misionera, hicieron que su gente se juntara e hiciera pistas aéreas para ser usadas especialmente en casos de emergencias médicas.
En la actualidad es más realista ubicar familias misioneras en aldeas tribales que queden lejos de ríos navegables. Hoy día, en caso de una emergencia médica, un avión podría llevar a la ciudad en medio día a un miembro de la familia misionera o a una persona de la tribu que estén enfermos, en lugar de aquellos días en que no había servicio aéreo y la demora era de días o incluso semanas.
Con el servicio aéreo, uno puede recibir correo al menos una vez al mes, y en muchos casos aun con más frecuencia. Uno puede recibir suministros y medicamentos de toda clase antes de que realmente se agoten. Y, la mayor de todas estas bendiciones, los compradores de víveres en la ciudad que pueden enviarnos vegetales, quesos y otros alimentos frescos (cuando se pueden conseguir) más o menos una vez al mes.
Los aviones transformaron los viajes de los misioneros en algo mucho más factible, menos traumático y menos agotador.
Al oír las historias de los primeros pilotos de la selva, uno podría ser tentado a añadirle una buena dosis de encanto a su trabajo. Habiendo trabajado estrechamente con muchos de estos hombres, sé que su labor era, y es, físicamente agotadora y peligrosa en la mayor parte del tiempo. Para todos los que estábamos en la selva, estos hombres y sus esposas se convirtieron en miembros esenciales de nuestro equipo. Estas personas eran –y son— siervos en el verdadero sentido de la palabra.
Entre más desafiante, más difícil y más dura era la vida misionera, mayores eran el sentido y el sentimiento de comunidad. Ya sea que se tratara del indígena que estaba ayudándonos a construir una casa en la selva o de nosotros ayudando a su pequeño niño con algún problema médico grave, nos convertíamos en una comunidad de personas que dependían unas de otras.