La gracia salvadora:
Jetro, un líder de la comunidad de Wusaraambya, sintió escalofríos en todo su cuerpo mientras escuchaba el mensaje del Evangelio. Un Dios superior a él había descendido para ser crucificado por su pecado —¿pero por qué? Su mente racional luchaba por aceptar el amor que se estaba derramando de los ojos del Salvador mientras observaba la dramatización de la crucifixión.
Pero mientras escuchaba, comenzó a aceptar el amor, sintiendo que se vertía en él.
“Fue en ese momento que me di cuenta que Dios es verdaderamente Aquel que controla todas las cosas”, admite Jetro con admiración. “Yo solía pensar que eran los espíritus los que controlaban todas las cosas —y eso hacía que viviera en constante temor”.
La segunda cosa que reconoció fue que toda su familia necesitaba oír —su esposa y sus seis hijos. Justo cuando estaba pensando en esto, un mensajero interrumpió sus pensamientos, para decirle que su esposa había entrado prematuramente en trabajo de parto.
Jetro corrió a su casa a través de la selva y encontró que su hija menor había venido al mundo con un cuerpo tan pequeño que su esposa podía sostenerla en la palma de su mano.
“Como mi pueblo consideró que esta niña era una maldición, mi esposa quería matarla”, comenta Jetro. Pero mientras él observaba de pie a su pequeña hija, no podía imaginar cómo iba a arrojarla a un río para que se ahogara o cómo iba a abandonarla en la selva al igual que otros bebés wusuraambyanos nacidos prematuramente. En lugar de eso, él sabía qué tenía que hacer… tenía que conservar su hija.
“Le dije a mi esposa que no era la voluntad de Dios que matáramos a nuestra hija”, informa Jetro. “Yo sabía que esta niña no era una maldición —más bien, era un regalo de Dios para nosotros”.
Él y su esposa comenzaron a alimentar la niña para que fuera saludable, y vieron obrar a Dios mientras la niña se fortalecía cada día. Entre tanto, su esposa se asombró por la paciencia de Jetro y el cambio que vio en él. Ahora ella ha decidido asistir a la enseñanza para aprender acerca de Dios.
“Ahora, tres años después, mi esposa y mis siete hijos vienen conmigo todos los días para escuchar más acerca de Dios”, comparte Jetro, mientras sostiene la mano de su pequeña hija, la cual está viva y se encuentra bien.
Por favor, estemos orando con Jetro para que otros vean el cambio en él y también deseen conocer a Cristo como su Salvador personal.