Nikki Buckner está aprendiendo a confiar en Dios a medida que Él somete a prueba su fe; ahora en otro nivel.
Nikki informa que Dios ha estado recordándole últimamente que Él tiene una capacidad sin límites para cuidar de su familia —a pesar de que estén viviendo muy lejos de cualquier ayuda médica profesional.
“Cuando nosotros llegamos a Papúa Nueva Guinea en 2005, había tenido que ejercitar mi fe aun para ir a un país con un nivel tan limitado de atención médica”, comenta Nikki. “Con el paso del tiempo, me ajusté a esa situación y dejó de parecer tan difícil. Cuando llegamos por primera vez a la aldea, tuve que ejercitar mi fe nuevamente ya que teníamos que aprender a aprender a ser nuestros propios ‘médicos’ en la aldea”.
Nikki informa que ellos debían tener muchos productos farmacéuticos comunes a la mano porque cosas como malaria, infecciones bacterianas de todos los tipos, e infecciones fungosas les amenzaban. “Por la gracia de Dios, he aprendido a diagnosticar y tratar muchas de las enfermedades que son comunes en esta región”. Pero Nikki comenta que en esos días, era un consuelo saber que si las cosas se salían de las manos en algún momento, había un centro de salud a sólo 45 minutos en auto.
“Yo era una persona sin experiencia para caminar en la cuerda floja a quien el Señor le había pedido que, por fe, caminara con Él en ella, y la clínica era mi red de seguridad”.
Hace varios meses, todo eso cambió. Nikki informa que recibió un correo electrónico informándoles que el centro médico estaría cerrado por al menos seis meses. Eso implicaba que de repente la ayuda médica profesional más cercana quedaría a tres o cuatro horas de vuelo. Para hacer las cosas más difíciles, los vuelos de emergencias médicas están sujetos a los cambios de clima. Eso significa que “debíamos asegurarnos de que todas las emergencias sucedieran en días sin mucha nubosidad y durante las horas de luz para que el avión pueda arribar sin impedimentos”.
“Ese correo electrónico sacudió mi mundo”, comparte Nikki.
Su esposo, Ben, la ayudó mucho a corregir su perspectiva. Él la hizo reconocer que el centro de ayuda médica cercano “había llegado a ser, sin que yo lo advirtiera, el objecto de mi fe. Sin darme cuenta, yo había estado confiando en la red de seguridad, y no fue hasta que Dios cambiara las circunstancias un poco al quitar esa red de seguridad que yo vi que mi fe se había desviado. El Señor quería que yo viviera en la realidad de que nuestras vidas están —y siempre han estado— en Sus manos más que suficientes”.
Nikki agrega: “Él es Dios, y le damos mayor honra cuando tenemos en cuenta su divinidad, en todas las áreas de nuestra vida”.