Para Lynne Strange, la protección de Dios fue evidente en cada pequeño detalle. Después de haber recibido dos cirugías en la espalda, el viaje era demasiado arriesgado para que su esposo, Chris, viajara con ella. De modo que ella inició el viaje de regreso a la remota aldea banwaón con dos amigos del pueblo.
Su propósito era volverse a relacionar con amigos y empacar las cosas de la antigua aldea de Lynne y Chris para tomar un año sabático. Y cada kilómetro del camino estuvo saturado con la gracia y el cuidado de Dios.
En primer lugar estuvo el viaje de 43 kilómetros a través de bastante fango, la mayor parte de él a pie y una parte en motocicletas; Lynne no está segura cuál parte era peor. “El lodo nos llegó arriba de las rodillas durante un 90 por ciento del viaje. Éste no sólo atascaba las motocicletas, sino que sujetaba y se pegaba a nuestros zapatos”.
El progreso a través del barro era todo un trabajo. Y a pesar de la caminata extenuante a través del barro profundo, no hubo esguinces o tirones musculares. Y a pesar de una motocicleta volcada, no hubo piernas machacadas.
Y luego llegaron los ríos. Tres de ellos, en efecto. Lynne informa: “Uno estaba muy crecido y profundo donde tuvimos que cruzar en una pequeña piragua. Con un estimativo moderado, las motocicletas sobrepasaban las 800 libras con carga y pasajeros, y la piragua se mantenía a flote solamente con trozos de bambú”. A pesar de algunos desequilibrios terribles, todos lograron cruzar sin percances el embravecido río.
Les tomó más de siete horas para llegar a la aldea de su destino. “A pesar de estar en la última parte de la temporada de lluvias en la selva, sólo tuvimos que soportar lluvia durante la última hora de nuestra agotadora caminata, lo cual fue un regalo encantador del Señor”, comentó Lynne.
Con todos los obstáculos y peligros, no hubo heridas. Y Lynne no tiene dudas de Quién hizo eso.
La ayuda de Dios también fue evidente durante su estadía en la aldea. “¡El Señor trazó claramente el plan para esos diez días y luego nos ayudó a cumplir todo!”. Con la ayuda de amadas “hijas” de la aldea, Lynne y sus amigos del pueblo hurgaron en los oscuros rincones de su hogar selvático, el cual había estado deshabitado por cerca de un año durante su ministerio en el pueblo. No encontraron ratas ni cobras, a pesar de que había bastante evidencia de que habían estado allí.
El sistema de agua, el cual incluye 4 kilómetros de tubería desde una cascada a través de la selva, funcionó perfectamente durante su visita. Lynne informa: “Nosotros podíamos beber, cocinar y ducharnos todos los días; ése fue un gran regalo”.
Lynne disfrutó de volverse a ver con los amigos de la aldea. Ella escuchó sus historias de todo lo que había acontecido en la aldea después de la partida de ella y su esposo. Y luego Lynne explicó que ella y Chris estarán ausentes por lo menos durante el año 2014.
Mientras desocupaba su casa, Lynne pudo hacer regalos para sus amigos con muchas cosas que serán útiles para la vida en la selva. Cada familia de la aldea recibió algo para llevar o comer. “La gran cantidad de regalos ocupó dos habitaciones; cada cosa servirá en alguna manera”. Dios proveyó consuelo para Lynne al dar estos regalos de su casa, y ella espera que los regalos seguirán disipando la tristeza que produjeron las despedidas de sus queridos amigos.
El viaje de regreso a las tierras bajas no fue menos peligroso. Ellos salieron a las 2:30 a.m., en la extrema oscuridad de la selva. Lynne se maravilla de que Dios haya provisto un cielo lleno de estrellas y un tiempo seco esa noche. A través de deslizamientos de tierra y a lo largo de precipicios en la ruta, podían ver suficiente para avanzar cuidadosamente.
“Yo elevé una oración de gratitud cuando finalmente la luz del sol nos ayudó a ver nuestro fangoso sendero”, relató Lynne. “Ya estábamos a plena luz del día cuando llegamos al cruce del río más peligroso, y aunque esta vez estaba más rápido y profundo debido a las lluvias, cruzamos sin contratiempos y continuamos nuestro camino”.
El cuidado de Dios y Su tierna protección fueron muy visibles en cada detalle de este arriesgado viaje. Fue un viaje de amor –amor para Cristo y amor para la gente banwaón que se ha vuelto como familia para los Strange. Lynne informa: “Cuando estoy en la aldea, es el único momento en que me siento verdaderamente en ‘casa’ en este país extranjero. Yo siempre alabaré al Señor por esto”.
Entonces, ¿un viaje de ministerio como este —con todos sus peligros— valió la pena?
Las recompensas que vienen de los riesgos y los sacrificios de su ministerio son, para Chris y Lynne, profundamente dignas. Ellos guardan como un tesoro en su memoria las palabras de agradecimiento del jefe de su aldea: “Yo agradezco al Señor que los misioneros dejen sus familias y sus hogares para compartir acerca de Dios y Su Hijo, llevando salvación a todo el mundo. Debido a eso, muchas personas a lo largo de la selva ahora son sus hijas y tienen una casa eterna”.