Los misioneros quedaron sorprendidos cuando un niño mengen, David, les trajo unos bananos como una muestra de gratitud.
David ciertamente tenía una buena razón para estar agradecido. Apenas unos días atrás, él se había enfermado gravemente, a tal grado que muchos, incluyendo a los misioneros Lourens y Marie Laureti, temían por su vida. Pero ellos y sus coobreros Simon y Annika Flanagan, Rebecca Preheim, y Kerri Pacheco estaban decididos a hacer todo lo que pudieran por él.
Ellos escudriñaron sus libros de medicina. Hablaron por la radio con el médico del centro misionero. Querían hacer cualquier cosa que estuviera a su alcance para ayudar. El diagnóstico, meningitis, era alarmante, pero al menos ahora sabían cómo tratarlo.
Ellos buscaron el medicamento apropiado, pero descubrieron que no tenían nada.
Buscando más, hallaron una sola dosis. Con ella, David mejoró suficientemente para ser llevado a través de la selva hasta una pequeña clínica médica. Allí él recibió el resto del medicamento que necesitaba.
Una semana después, David se había recuperado suficientemente para mostrar su agradecimiento por medio de un regalo de bananos.
¿Por qué era sorprendente este regalo? Aunque la palabra “gracias” es común en muchas culturas, la gente mengen de Papúa Nueva Guinea no expresa su agradecimiento por nada. De hecho, ni siquiera tienen una palabra para hacerlo.