20 de noviembre
Un misionero de cuarenta años estuvo tratando de obtener la palabra para perdón. Él había llegado unas décadas antes, como misionero soltero, e incluso había vivido durante un tiempo en una casa comunal con la gente. Más tarde, se casó y llevó su esposa a la selva y pasó su vida allí, enseñando la Palabra de Dios en esa lengua. Toda la gente habla de lo bien que él habla su idioma; pero uno nunca deja de aprender. Quién sabe si después de todos estos años finalmente podría descubrir la palabra que ha estado buscando todo el tiempo y nunca la ha oído. Así que le preguntó a un joven indígena –alguien que ha pasado mucho tiempo en la ciudad y sabe más portugués que los demás– cuál era la palabra de su gente para “perdão” –perdón.
“No hay palabra para perdón”, fue la respuesta decisiva del hablante nativo. “No tenemos una palabra para perdón porque el perdón no existía antes en nuestra cultura. Después que alguien te ofendía, cada vez que veías esa persona, siempre decías: ‘oh, esa es la persona que me hizo así y así’. No había perdón”.
El hombre pasó a explicar que aunque no existía una palabra cultural para perdón, este se podía demostrar. Por ejemplo, una manifestación de perdón era comer juntos. Dijo que después de recibir una ofensa, si invitas a esa persona a comer en tu casa y los dos se sientan y comen juntos, eso significaría que se reconciliaron; que todo fue perdonado.
Tuvimos la oportunidad de ver eso en la práctica varias semanas después. La mascota de este mismo hombre, un tapir, atacó a Jevon una noche, mientras estaba fuera, solo, en la oscuridad. El animal lo mordió varias veces y probablemente lo habría matado si alguien no lo hubiera oído gritar y hubiera acudido en su ayuda. Al día siguiente el dueño del animal vino a vernos y a mirar las mordeduras y las heridas de las pezuñas. Nos expresó su simpatía y nos hizo saber que el tapir había recibido su final inevitable. Luego le pidió a Jevon que fuera a su casa a comer. En realidad, lo último que Jevon quería hacer en ese momento era subirse en un bote de aluminio, viajar río abajo bajo el sol ardiente hasta la casa de otra persona y comer allí. Quería quedarse inmóvil en su propia cama y en su propia casa con un ventilador sobre él. Pero sabía que esta invitación tenía que ver con algo más que simplemente comida; así que se levantó, fue y comió en la casa del hombre. Hablaron, rieron y disfrutaron del tiempo que pasaron juntos. Cuando terminaron, el hombre dijo: “Vete. Ya es cosa del pasado”.
“Sí”, dijo Jevon, “y todo hará costra y sanará”. Todos tuvieron un buen momento de risa y Jevon siguió su camino, agradecido porque las relaciones estaban intactas y la reconciliación se había demostrado en forma concreta.
¿Te has parado a pensar en lo que sería la vida si no existiera perdón? ¿Si no hubiera posibilidad de reconciliación?
O ¿alguna vez te has detenido a preguntarte CÓMO enseñarías sobre el perdón y la reconciliación si no existiera una palabra para ello en el idioma?
¿Cuál crees que será la reacción cuando la gente de esta cultura escuche que Jesús le pasó el pan a Judas en la noche en que este lo iba a traicionar? ¿Cómo los afectará esa historia?
La verdad es que todos nuestros idiomas y todos nuestros trasfondos culturales carecen de los aspectos cruciales del carácter de Dios y de los conceptos cruciales del mensaje de Dios. Se trata de la historia de Dios, tal como Él mismo la revela en las páginas de las Escrituras, acoplada con enseñanza aplicativa que el Espíritu de Dios usa para abrir los ojos y transformar la vida.
Por favor, ora por nosotros, para que sigamos descubriendo este idioma y esta cultura. Ora para que Dios continúe descubriendo las cosas que necesitamos saber para enseñar la Palabra de Dios con claridad e impactar vidas de adentro hacia afuera.