15 de junio
Pequeña niña en una bolsa tejida, nacida en una pequeña choza hecha con palos y hojas y cuyo piso es ante todo el hoyo del fogón. Tu primer aliento lleno de humo. Tu primera vista, confusión. Me enterneces con tus dos diminutos puños. Me siento y te cargo, sonriendo por tu novedad; charlo con tu madre mientras en el fondo de mi mente me pregunto si el lugar en que estoy sentada está cubierto de sangre.
Mi rostro suda copiosamente porque el fuego es muy grande y las llamas están tan cerca que me pregunto si mis cejas todavía siguen ahí. Quiero cargarte por más tiempo, pero no sé si puedo soportar estar un minuto más en este lugar donde llegaste al mundo. El sitio donde permanecerás durante las primeras semanas de tu vida y luego te mudarás a otro lugar exactamente igual, sólo que un poco más grande.
El humo está llenando mis pulmones y se me dificulta la respiración; me pregunto cómo puedes dormir tan tranquilamente. Pregunto tu nombre, pero tu madre aún no tiene uno para ti. No sabe si eres fuerte… si sobrevivirás, por lo que no se le ha ocurrido ningún nombre para ti todavía. Ella no sabe aún si eres algo; o si simplemente serás “eso” que le causó mucho dolor físico y trabajo de parto sólo para terminar en un pequeño hoyo en el suelo.
Niña, oro por tu vida, con la agridulce comprensión de que ésta será muy difícil, sea lo que sea. Trabajarás duro y tendrás pocas opciones. Probablemente nunca sabrás lo que es dormir una noche entera; probablemente nunca sabrás lo que es tener perfecta salud. Será una vida con muy poca comodidad, muy poca satisfacción, y probablemente muy poco amor.
Oro para que halles el Amor Inagotable, a pesar de todo esto. Sé que dentro de veinte años, cuando el resto del mundo tendrá ipads holográficos y naves no tripuladas para traerles su café de las mañanas –probablemente tú seguirás aquí, o en una aldea pequeña exactamente como ésta, dando a luz un nuevo bebé; tu mundo será exactamente igual al de tu madre.
Sólo me atrevo a esperar que tu mundo no albergue el temor de que alguien pronuncie algún día sobre ti ese temido nombre que te marcará para la muerte –pisai– bruja. Y aunque tu mundo será el mismo, oro para que tu corazón sea diferente. Oro para que conozcas la esperanza, la paz, el gozo, la fe y el amor. Oro para que conozcas a Jesús, para que un día tu mundo sea perfecto.