El 21 de junio comencé mi viaje a México para ayudar a instalar un sistema de agua para un grupo étnico del centro de México con el cual trabaja NTM. Yo estaba emocionado de poder ayudar con este proyecto, ya que había ayudado a diseñarlo mientras asistía al curso de tecnologías aquí en el centro de capacitación a comienzos de este año. El proyecto fue diseñado para utilizar equipo que ya estaba a la mano para llevar agua desde un manantial que corre abajo en un barranco, hasta la aldea en que vive la gente, arriba en la cima de la montaña.
Salí en nuestro avión un sábado temprano en la mañana, en dirección sur, hacia la ciudad de Midland, Texas. Había sido muy conveniente que mi viaje a México coincidiera con la venta del avión de la misión, de esta manera maté dos pájaros con una sola piedra, volando a Midland, donde estaba el comprador. Mi hermana y mi hermano decidieron viajar conmigo, en lugar de viajar en carro con mis padres al mismo destino. El viaje en avión nos tomó un poco menos de ocho horas, y a mis padres, que viajaron por carretera al mismo tiempo, alrededor de dieciséis horas.
Todos nos reunimos en Midland y pasamos la noche en casa de mi abuelo, quien amablemente no sólo nos brindó hospedaje sino también una deliciosa cena y el desayuno a la mañana siguiente.
El domingo en la mañana, mis padres, mi hermano, mi hermana y yo, nos apilamos en el carro de ellos, y nos dirigimos al sur. Cruzamos la frontera en Presidio Ojinaga y tuvimos un cruce muy tranquilo. En poco tiempo llegamos a la ciudad de Chihuahua, donde viven y trabajan mis padres.
El martes en la mañana, ingresé a la rampa general de aviación del Aeropuerto Internacional de Chihuahua y ve vi rodeado por más Cessnas 206 de los que alguna vez haya visto. Grandes neumáticos, kits de STOL, y turbocompresores modernos, con muchos aerotaxis y vuelos de carga entrando y saliendo de las altas montañas del desierto. Tomé un vuelo en un Cessna 206 particular operado por UIM Aviation, y nos dirigimos más al sur, a la región remota y montañosa del centro de México.
Hicimos varias paradas a lo largo del camino, dejando caer suministros y haciendo vuelos de enlace para indígenas heridos. Una anciana tarahumara con una infección ósea grave se sentó estóicamente en el asiento trasero mientras el avión retumbaba en la pista de tierra cercana a su aldea. Después de despegar y comenzar un fuerte ascenso y virar hacia la izquierda sobre las montañas que nos rodeaban, miré hacia atrás para ver cómo seguía la mujer y parecía muy cómoda, segura en su confianza de que el piloto y el avión la llevarían a salvo al hospital. Fue emocionante ver cómo Dios estaba usando la aviación en esta parte del mundo para permitir que los creyentes trabajen en las vidas de estas personas.
Llegamos a la pequeña pista en la montaña que sirve a la aldea en la cual yo iba a trabajar temprano en la tarde. Espesas nubes se dirigían hacia la pista y nos las arreglamos para colarnos antes que envolvieran la cima de la montaña.
Pete, uno de los misioneros de NTM que trabaja allí, estaba esperándonos. Cargamos suministros y equipo en su camioneta y nos dirigimos a la aldea donde él y el resto del equipo misionero vive.
Los miembros del equipo fueron muy amables conmigo y fueron excelentes anfitriones. Inspeccionamos el área donde se montaría el sistema y pasamos un tiempo reuniendo las herramientas. La zona donde ellos viven está a 15.000 metros de altitud y rápidamente observé que estaba aspirando más aire y mi pulso era más rápido que de costumbre mientras caminábamos alrededor. Me alegré de ir temprano a la cama esa noche, sabiendo que en la mañana nos esperaba un largo día.
Una de las casas de los misioneros ubicada en la aldea donde me quedé
Llovió torrencialmente durante casi toda la noche. Cayeron varios rayos muy cerca de la casa y los truenos iban y venían en las montañas que nos rodean. Me preocupó que la lluvia afectara el trabajo en los siguientes días.
La mañana nos recibió con una niebla muy espesa que, literalmente, pasaba por los mosquiteros de las ventanas y se colaba en la casa. Cargamos el camión de Pete en medio de la niebla, y nos dirigimos lentamente al lugar de trabajo. Viajamos unos tres kilómetros hacia el sur de la aldea donde vivía Pete, sobre una carretera muy áspera que corre a lo largo de la cima de una montaña. La niebla era tan espesa que me alegraba saber que Pete sabía exactamente a dónde íbamos porque a menudo lo único que se podía ver eran unos árboles delante.
Las montañas se cubrían con una capa espesa de nubes durante la mayoría de los días que Cameron estuvo allí
Nos tomó unos 30 minutos para viajar desde la aldea principal donde vive el equipo misionero hasta la aldea más pequeña donde íbamos a trabajar. La aldea más pequeña se compone de dos grupos de casas, proporcionando vivienda para varias familias. La gente tenía que conseguir su agua en un manantial ubicado en la ladera de la montaña. Cada día descendían hasta el manantial y cargaban el agua en recipientes de cinco galones. Una mujer que hacía esto a diario tenía más de 80 años de edad. La gente se emocionó al vernos y estaba dispuesta a ayudar con el proyecto.
Algunas de las personas que viven en esta región
Empezamos inmediatamente, cargando equipo y piezas a través del empinado y sinuoso camino hasta el manantial. Yo tenía que tener cuidado para no perder el equilibrio mientras bajaba con dificultad el camino, pero la gente era muy hábil para cubrir la distancia rápidamente y sin tropiezos.
Algunos de los misioneros que trabajan con este grupo étnico
Durante los siguientes tres días trabajamos junto con la gente en la instalación del sistema. Interceptamos la fuente existente, instalamos un tanque de depósito, un panel solar, una bomba sumergida en el tanque, pusimos tubería desde el tanque de despósito hasta la aldea, e instalamos un tanque principal en lo alto en la aldea.
El trabajo avanzó mucho más rápido de lo que yo había previsto inicialmente. La gente fue de gran ayuda, ellos nos guiaron en cuanto a la mejor ruta para poner la tubería, quitaron los árboles del camino, hicieron la zanja para la tubería, y suministraron la madera para el soporte del panel solar. También muy generosamente nos proporcionaron todos los días el almuerzo en su casa. Creo firmemente que no podríamos haber terminado el proyecto en el poco tiempo que teníamos si ellos no nos hubieran ayudado en todo momento.
En cierto momento, después de haber escogido el sitio para el panel solar, el hombre que había estado ayudándonos comenzó a inspeccionar el área. Rápidamente identificó un par de árboles que estaban en peligro de caer en un futuro cercano. De inmediato los cortó para asegurar que no cayeran y dañaran el panel solar. Luego utilizó sabiamente una parte de esa madera para cortar vigas para el soporte del panel solar y postes para una cerca.
Todo el mundo colaboró. También identificaron árboles que se esperaba que cayeran dentro de un año o algo así, y preventivamente los cortaron para que no fueran a dañar el sistema
Es difícil describir el mundo en que vive esta gente. En muchos sentidos están muy alejados y aislados del mundo exterior. Es muy difícil llegar por carretera a sus aldeas, viven peligrosamente en el borde de acantilados, cultivan en las empinadas y aisladas laderas del valle. Usan sandalias tejidas a mano y construyen sus casas con materiales de su entorno: barro, madera y piedras. Viven de la misma manera que han vivido sus antepasados durante siglos, ganando el sustento de sus familias con tenacidad. Al mismo tiempo es fácil ver que la vida moderna ha invadido su mundo. Ellos techan sus casas de barro con tejas de hojalata. Utilizan y mantienen motosierras Husqvarna. Tienen paneles solares simples de 12 voltios en sus casas, los cuales utilizan para el alumbrado y para hacer funcionar sus electrodomésticos.
Este choque de mundos me conmovió en el tercer día de trabajo en el sistema, cerca de la fuente. Varios de los hombres más jóvenes estaban tomando un descanso después de hacer hoyos para los postes, y sentados sobre un tronco enorme charlaban entre sí en una mezcla de español y su lengua. Yo estaba trabajando en el soporte del panel solar, y me di cuenta que sería más fácil si me subía encima de él para atornillar un extremo. Yo me había trepado torpemente a la cima y seguía trabajando desde esa plataforma de 1,83 m, cuando oí unas risitas a mis espaldas. Me di vuelta y vi que los hombres más jóvenes estaban observando con entretenimiento mi acto de equilibrio, seguramente esperando que cayera en cualquier momento. En ese mismo instante, uno de ellos metió la mano en su desgastada mochila tejida a mano y sacó un teléfono inteligente, con el cual tomó una foto del extranjero loco balanceándose en el aire sobre un par de postes.
Es un mundo en el que los caballos y los burros todavía se utilizan para el transporte, un mundo donde la gente cae desde el borde de los acantilados y fallece a kilómetros de una ayuda adecuada, donde se utilizan radios de dos vías para comunicaciones de larga distancia y teléfonos inteligentes para oír música y tomar fotos, un sitio donde están ocurriendo muchos cambios, donde se están incorporando nuevas tradiciones, donde nuevas formas de pensamiento están desplazando a las antiguas, donde aún se aprecian y se retienen a veces las costumbres antiguas. Es un mundo que aún no tiene la Palabra de Dios en su idioma. Ellos tienen Coca-cola, Husqvarna, Samsung, Apple, y Honda, pero todavía no conocen al Dios que los creó y los ama.
Con la ayuda de Dios, fuimos capaces de terminar el proyecto en sólo tres días. Dios nos mantuvo frescos al permitir que las nubes cubrieran las montañas todos los días que estuvimos trabajando. Dios nos guió al sitio correcto para colocar los paneles solares, y cuando Él levantó las nubes, ¡la bomba comenzó a funcionar perfectamente! El tanque superior de la aldea se llenó con agua de la fuente en un poco más de dos horas. Fue increíble ver cómo Dios juntó todo, proveyéndonos ayudantes, guardándonos a salvo de lesiones, y dándonos el equipo y la sabiduría adecuados para hacer encajar todo.
Todo el sistema pertenece ahora a la aldea en la que fue instalado. Ellos conocen el sistema por dentro y por fuera, pues estuvieron allí en cada momento. Aprendieron a utilizar muchas de las herramientas que usamos nosotros en la instalación, y están preparados para continuar el mantenimiento del sistema. Cuando partimos, estaban en el proceso de instalar mangueras en las distintas casas de la aldea, para proporcionar agua del tanque rpincipal a cada casa.
Fue emocionante tener una parte muy pequeña en la labor de llevar el mensaje de Dios a esta gente generosa y fuerte. Es nuestra oración que ellos vean el agua que ayudamos a llevarles como lo que es: una demostración del amor de Dios para ellos, a través de nosotros. La esperanza del equipo de NTM que trabaja allí es que este proyecto ayude a seguir fomentando confianza y amistades.
Construimos un cerco de malla alrededor del panel solar para mantener a los animales fuera
Cuando se terminó el proyecto, permanecí en la aldea con el equipo misionero por tres días más. Tuve mucho tiempo para trabajar en una variedad de otros proyectos para el equipo. Me alegró mucho haber tenido la oportunidad de recibir la capacitación en el curso de tecnología que recientemente terminé, pues pude dar buen uso a gran parte de lo que Dios me permitió aprender. El equipo misionero está muy ocupado en este momento, mientras se preparan para las clases de alfabetización, continúan con la traducción de la Biblia, y traducen lecciones a medida que se acerca el tiempo para la presentación del Evangelio. Fue un gran privilegio poder encargarme de algunas de las necesidades de mantenimiento práctico que tenía el equipo, liberándolos para sus labores fundamentales.
El 30 de junio un avión de UIM Aviation me sacó de la aldea. Tuvimos un vuelo sin incidentes de regreso a Chihuahua. Me quedé en Chihuahua durante varios días en la casa de mis padres. Celebré mi cumpleaños número 31, y aun tuve tiempo para que me hicieran un trabajo dental. El 4 de julio conduje hasta El Paso con mis amigos, y tomé un vuelo comercial de vuelta a Missouri.
Fue magnífico ver nuevamente a Katy y a los niños. Las dos semanas que no estuve pasaron volando, pero estaba muy feliz de estar en casa otra vez.
Estoy muy agradecido por la oportunidad para hacer este viaje y dar buen uso a muchas de las cosas que Dios me ha permitido aprender. Fue emocionante conocer a estas personas que van a oír el mensaje de Dios muy pronto. Tengo la esperanza de volver a ver a muchos de ellos algún día como hermanos y hermanas en Cristo.
El grupo de trabajo