Después de años de expectativa, preparación y mucha oración, la familia Easton finalmente se va a trasladar a una aldea remota de las Filipinas; es difícil de creer.
“Por supuesto, hemos visitado en varias ocasiones y pasamos una temporada de diez días en agosto del año pasado”, informa Dennis Easton, “pero esta vez vamos para quedarnos”.
Hacer todos los preparativos finales para la mudanza ha sido estresante. La semana anterior a la mudanza, la familia estuvo empacando frenéticamente sus cosas en el apartamento de la casa de huéspedes en Manila, corriendo hasta el hangar del helicóptero, comprando víveres para sus primeras tres semanas en la selva, enviando su carga por tierra y alistándose para sus dos vuelos en helicóptero.
Después de llegar, la familia se ocupará con todos los asuntos normales de una mudanza a una nueva casa: desempacar, instalarse en un ambiente desconocido y reconocer su nueva realidad de tener que vivir en una aldea apartada.
“Ahora mismo estamos experimentando muchas emociones distintas”, comenta Dennis: “fatiga, emoción, aprensión, alivio, temor, alegría –toda la gama”.
Esta familia pide oración mientras da los siguientes pasos en su misión. Esto incluye orar por el cuidado de su hijo de dos meses de nacido y de cuatro hijas, también por la recolección de suficiente madera de árboles caídos para construir una casa y reducir de esta manera el costo de enviar concreto y hierro a través de carreteras selváticas poco fiables. Ellos también necesitan oración por las amistades que comenzarán a fomentar con sus nuevos vecinos, y para establecer un equilibrio saludable entre las necesidades de la familia y su propósito de estar allí.
A lo largo de toda esta transición, la familia ha estado muy consciente de la participación de la red de apoyo y del trabajo en equipo para que ellos pudieran trasladarse a las Filipinas: “¡Muchas gracias!”, dijeron ellos. Hay mucho que esperar cuando emprendan la aventura en que Dios los ha puesto.