Francois y Nadia Hattingh se gozan en ser instrumentos de Dios y en mirar Su asombrosa obra en las vidas de los mwinikas.
Hace dos años, un grupo de siete hombres de una aldea vecina llegó a Cristo por medio de la enseñanza cronológica de la Palabra de Dios. Desde entonces, ese grupo ha sido sistemáticamente discipulado, explica Nadia.
Ahora, cinco de estos siete hombres están enseñando la Palabra de Dios conjuntamente con Francois Hattingh en otra aldea. Y Francois y Nadia están emocionados al ver la obra de la gracia de Dios exhibida principalmente en vidas transformadas.
“Nada puede sobrepasar la emoción de sentarme en el suelo, rodeada por mis amigos y vecinos mwinikas, y oír la verdad de Dios hablada en idioma mwinika por un creyente mwinika”, informa Nadia.
Decir que esta experiencia es un gozo para los Hattingh, es simplificar bastante las cosas. “Es asombroso ver a los mwinikas abrirse a verdades que nunca habían conocido —o aun considerado. ¡Estoy conmovida por el amor de nuestro Dios! Estamos rebosantemente agradecidos”, comenta Nadia, y luego añade en tono jocoso: “¿Es ésa una palabra?”.
Ella está emocionada por las personas que Dios está trayendo a la enseñanza. Algunos de los que están viniendo son personas que ellos han conocido ya por siete años. Algunos que vienen fervientemente proceden de una de las grandes religiones del mundo. Uno de ellos, les dijo a Francois y a Nadia que él está muy feliz porque ellos vinieron a enseñar la Palabra de Dios, pues él quería saber lo que Dios dice. “La gente está siguiendo bien el hilo de la enseñanza, están haciendo preguntas y participando”.
Y luego Nadia comparte de corazón: “Nosotros no estamos aquí porque seamos las mejores personas para el trabajo. No estamos aquí por nuestros talentos y capacidades; estamos aquí porque no somos competentes y nosotros lo sabemos”, agrega ella. “Cuando nos despojamos de nosotros mismos y sabemos que somos incapaces, vemos Su capacidad. Entonces podemos decir con el apóstol Pablo: cuando soy débil, entonces soy fuerte”.
Nadia ha aprendido que la economía de Dios es radicalmente diferente de la economía de este mundo. Como, por ejemplo, que morir al yo es el camino a la verdadera vida. O que ser débil es el sitio donde abunda la verdadera fuerza. “O que cuando soy menos, me convierto en más; o que el último será primero”, añade ella.
Nadia y Francois Hattingh entienden que al vivir con y amar a la gente mwinika, están invirtiendo sus vidas en valores eternos. Y, cuando ellos ven la Palabra de Dios transformando las vidas mwinikas, se regocijan por los destellos de la gloria y la gracia de Dios que tienen el privilegio de ver a lo largo del camino.